Felipe, 'unplugged' FÉLIX BAYÓN
Felipe González hace campaña sin más compañía que un escolta y su jefe de prensa, Joaquín Tagar. No lleva caravana ni más ayuda que la que le van proporcionando las organizaciones locales de su partido. Es como si hiciera una gira de grandes éxitos sin más elenco que un pianista. Es Felipe unplugged, o, como dirían en Andalucía, Felipe a palo seco.Si el lector está dispuesto a soportar un símil taurino, se podría decir también que, en política, Felipe González sólo quiere torear ya corridas benéficas.
Y no hace ascos a las plazas de carros. (No es una metáfora: la organización del PSOE almeriense prefirió anoche la plaza del Ayuntamiento a la plaza de toros: así se ahorraba el millón de pesetas del alquiler). "Me siento a gusto y libre", diría anoche al comienzo del mitin.
Pero su público -un público que, a ojo, rodea de media la cincuentena- lo recibe como si viniera acompañado de orquesta y coros. Más aún, lo recibe como si fuera el paje real de El Corte Inglés, aunque no reparta caramelos: le rodean, le besan, le achuchan. Cuando llega a su silla de primera fila, recoge aplausos, saluda y se sienta. El público le reclama: "Felipe, saluda". Y Felipe se levanta y vuelve a saludar.
Cuando llega su turno, se pone detrás del atril y mira al público: "No os veo las caras. Encender las luces". Las luces se encienden y comienzan los aplausos. Es entonces cuando proclama que se siente a gusto y libre.
Ya no está en el mercado -"no ambiciono nada", dice-, quizá por eso no teme el unplugged. Dice que no quiere hacer chistes, y que sólo va a tratar de cosas muy serias.
Aun así, el público le sigue embelesado mientras habla de cuotas pesqueras, autopistas de la información, circuitos de banda ancha o el papel de los mercados de valores en la sociedad global. "No quiero hacer bromas", advierte. Pero las bromas saltan. Cuando se queja de que "Aznar no se entera", una mujer del público grita: "Es que está siempre con la botella".
Y, aunque no quiere bromas, a Felipe González le funcionan los reflejos: "Por eso dicen que cerró la Bodeguilla". Luego rectifica, hace una pausa, reflexiona y, como si fuera un profesor que temiera pasarse de blando frente a un alumnado levantisco, se queja de que le hayan cortado el soliloquio: "Me hacéis bromas y os tengo que contestar con bromas". Se le notan las tablas. Cuatro socialistas almerienses han calentado el ambiente. El último, Martín Soler, secretario provincial del PSOE, ha dicho que era el día más importante de su vida.
Antes, el alcalde de Almería, Santiago Martínez Cabrejas, se ha quejado de que no le recibe nadie del Gobierno. Quizá, como el presidente asturiano, Vicente Álvarez Areces, aún le quede el consuelo de recibir la fotografía apócrifa de su apócrifa visita a La Moncloa. Ninguno de los cuatro socialistas almerienses ha hablado de los inmigrantes, del estallido de odio que se ha vivido no muy lejos de esta plaza. El Ejido no existe. En cambio, los teloneros sí hablan de la nada. No es que hagan filosofía, que es materia demasiado ardua para calentar el ambiente, sino del cero; del cero como referencia escolar. La primera en hacerlo es la candidata al Congreso por Almería, Consuelo Rumí, que califica así al Gobierno de la nación: "Se merece un cero pelao", dice. Y el público corrige a gritos: "Patatero".
En esta campaña, por una razón u otra, no se para de hablar de pupitres.
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