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Japón, entre la tradición y el pragmatismo

Más de una década después de que su padre abordase como primer ministro el delicado tema de la reforma educativa, el ministro de Educación nipón, Hirofumi Nakasone, parece dispuesto a probar suerte. Se enfrenta a una tarea difícil. Los políticos conservadores quieren que los colegios inculquen normas culturales tradicionales -entre ellas, moral y disciplina-, mientras que las empresas son partidarias de que los colegios formen a los emprendedores creativos que necesita la nueva economía de Japón.Las noticias de los medios de comunicación decían que Nakasone pediría a una comisión asesora que estudiase la forma de hacer lo que serían las primeras modificaciones en cinco décadas de la legislación básica que regula la educación en Japón.

Fuentes del ministerio afirman no haber oído nada concreto sobre una directiva para la comisión. Pero el primer ministro Keizo Obuchi tiene previsto establecer un consejo especial de educadores, políticos y ejecutivos de empresa para reflexionar sobre la reforma educativa, y su comisión destacó el tema en un informe presentado hace algo más un mes sobre los objetivos de Japón para el próximo siglo. Dicha comisión afirma: "La idea de dejar intacta la estructura del actual sistema educativo, creado en la era meijí y después de ésta (1868-1912) por el bien de la modernización, y limitarse a lavarle la cara no es suficiente. Es esencial planificar un nuevo sistema educativo". Algunos consideran que este último intento de reformar el sistema educativo forma parte de iniciativas más amplias por parte de políticos conservadores para consolidar valores tradicionales y un sentido de identidad nacional en una era de globalización cada vez mayor y de cambio social.

Según Takanori Matsuura, decano en funciones de la Escuela de Servicios de Gestión e Información de la Universidad de Tama, los políticos del Partido Demócrata Liberal, que domina la coalición gobernante, consideran diversos problemas -como la pérdida de la disciplina en los colegios- como la consecuencia de la educación al estilo estadounidense.

La semana pasada, Japón inició una revisión histórica de su Constitución pacifista, redactada por las fuerzas estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial. Las comisiones establecidas en una sesión parlamentaria convocada la semana pasada cuentan con cinco años para finalizar las deliberaciones y, con el debate complicado por la rivalidad política y el temor al resurgir del nacionalismo, las verdaderas reformas podrían tardar más. El año pasado, tras un tiempo de intentos frustrados por parte de legisladores conservadores, el Parlamento concedió categoría legal al himno nacional y la bandera de Japón, considerados en algunos círculos como símbolos de su agresión militar y su nacionalismo en la Segunda Guerra Mundial.

El miembro del Partido Demócrata Liberal y ex primer ministro Yasuhiro Nakasone -cuya comisión educativa dedicó tres años a un informe que vio la luz en 1987- ha manifestado a menudo que los colegios deberían esforzarse más en enseñar "moral y virtud".

Sin embargo, igual de contundentes son las presiones sobre el sistema educativo nipón, un factor clave en el milagro económico de posguerra, para que se adapte a las exigencias de una época que reclama creatividad e individualismo más que piezas humanas de una economía entumecida.

Numerosos economistas y otros expertos coinciden en que el sistema educativo que cultivó el modelo de trabajadores que sirvieron bien a Japón, SA, en los últimos 50 años necesita una puesta a punto general que subraye la individualidad por encima de la uniformidad anodina.

Keidanren, el grupo de presión empresarial que hace cuatro años publicó un llamamiento a favor de un sistema educativo más flexible en el que los niños aprendan a pensar por sí mismos, todavía defiende esa propuesta.

Satoshi Tauzukibashi, director adjunto del grupo de Desarrollo de Recursos Humanos de Keidanren, declaró: "La economía estadounidense ha sido feliz, pero la economía de Japón ha sufrido un permanente declive. En vista de que no tenemos recursos naturales, si queremos impulsar la capacidad económica de Japón tenemos que mejorar el nivel de nuestros recursos humanos o seguiremos quedándonos rezagados en el siglo XXI".

Con ese fin, Keidanren ha identificado cuatro problemas urgentes que quiere que aborde la reforma educativa: un mejor uso de los ordenadores; enseñar inglés que se pueda utilizar realmente para comunicarse; educar individuos más creativos, y mejorar la formación tecnológica, sobre todo en las universidades.

Falta por ver si los objetivos de los conservadores -que probablemente contarán con la oposición del sindicato de profesores nipón de tendencias izquierdistas- se pueden combinar con las reformas que exige el nacimiento de la "nueva economía". Tsuzukibashi, del grupo de Keidanren, comenta: "Hay varios tipos de problemas en educación, y de los que hablamos en los círculos de empresa son los problemas de know how . Después hay cuestiones más fundamentales, como la ética, la moral y la disciplina. Cuanto más básico sea el problema, más se prolongará el debate".

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