"Estoy en contra de que los cuadros tengan una teoría"
Su ligero acento al hablar castellano no revela muchos datos, pero su nombre descubre a la primera su origen irlandés. Patrick Michel Fitzgerald, de 35 años, dejó el sur de Irlanda para estudiar Bellas Artes en Londres, pero a finales de los años 80, agobiado por el ambiente artístico de la metrópoli y por la vida urbana, decidió dar un cambio total a su existencia y se trasladó a vivir al País Vasco. El resultado del trabajo en su estudio de Zalla (Vizcaya) en los últimos cinco años se presenta desde ayer en la galería Amasté (Juan de Ajuriaguerra, 18), de Bilbao, bajo el título Tiempo y sombra. Fitzgerald muestra en su primera exposición individual una colección de 10 pinturas y una serie de dibujos. Las dos comparten la gama cromática que marca el carácter de su obra: blanco, gris y negro. A pesar que repite una y otra vez los mismos tonos, el autor asegura que sus obras están llenas de color y eleva al negro, tan abundante en su trabajo, a una categoría superior. "El negro es casi físico; es un elemento más, como el soporte que utilizas", afirma.
Fitzgerald no establece jerarquías entre la pintura y el dibujo. "Son independientes entre sí", explica su autor. "No entiendo el dibujo como un paso en la preparación de la pintura; la obra sobre papel es tan importante para mí como la pintura, tiene su propia poesía". En la pintura mezcla el lienzo tradicional y la tabla; para el dibujo reconoce que tiene predilección por los papeles finos. En la serie que presenta en Bilbao son capas de papel transparente que se superponen en obras de pequeño formato.
Su forma de trabajar es pausada. Cada obra firmada por Fitzgerald surge de la sucesión de etapas de trabajo y abandono que se prolongan durante años.
Fitzgerald advierte que no es sólo por necesidad de tiempo para reflexionar, sino por permitir que cada cuadro tenga su propia arquitectura.
"Me resulta muy difícil hablar de mi obra en términos lingüísticos. Mis cuadros no tienen una teoría; yo estoy en contra de eso", explica. "Cuando empiezo una obra obra no sé como va a acabar. Tiene su propia vida". Le gusta precisar que sus pinturas son también "un lugar para el pensamiento", pero precisa que "es la duda y no la teoría lo que las guía".
Por eso esta convencido de que le valor intrínseco de una obra de arte es su libertad. "Una obra adquiere su significado a medida que se hace y en su vida posterior, en vez de antes de crearse".
El artista está convencido de que la principal motivación que lleva a pintar es una apuesta a la propia mortalidad. "La pintura pervive tras la muerte del artista. El problema de hoy es que la imagen se halla bajo una presión mayor en una cultura donde las imágenes se fabrican en serie", dice.
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