La Kfor frena la marcha sobre Mitrovica de 70.000 albanokosovares procedentes de Pristina
De Pristina a Mitrovica antes de las cuatro de la tarde. Ésta era la hora límite impuesta por la policía de la ONU para que fuera disuelta la marcha de unos 70.000 albanokosovares que ayer caminaron hacia Mitrovica en protesta por la actual división de la ciudad. Creyeron aquéllos que estos últimos no lo conseguirían. Había que hacer más de 40 kilómetros a pie en medio de la nieve. Pero cuando todavía no eran las 15.30, unos 20.000 manifestantes albanokosovares ya estaban a las puertas de Mitrovica y desafiaban a las tropas de la Kfor que custodian el puente de la vergüenza que divide a serbios y albaneses.
No hubo barricadas. Los albanokosovares que quisieron entrar en la ciudad no tuvieron ningún impedimento para hacerlo. Tenía su lógica. A primera hora de la mañana, un portavoz de la Kfor (fuerza internacional de interposición para Kosovo) aseguraba haber alcanzado un acuerdo con los líderes albanokosovares para disolver la marcha a las cuatro de la tarde "estén donde estén".En este sentido, un miembro de la Kfor, que pidió guardar el anonimato, aseguró a este periódico que "nunca pensamos que llegarían tan lejos". Sin embargo, la marcha sobre Mitrovica tenía un límite: el impuesto por las alambradas de espino y los vehículos blindados de la Kfor, que custodia día y noche con fiereza ambos lados del puente que divide en dos la ciudad, donde desde principios de mes se está poniendo a prueba la capacidad de la OTAN y de la ONU para instaurar la democracia y la coexistencia en la provincia serbia de Kosovo.
Choques con los soldados
Ante el peligroso acercamiento de una gran multitud de albanokosovares al puente que cruza el río Ibar, los soldados que lo guardan dispararon bombas lacrimógenas y lograron repeler con éxito, aunque sin evitar el enfrentamiento físico, el asalto. Estuvieron cerca, muy cerca. Y a las tropas de la OTAN les volvieron a llover, como el domingo pasado, las piedras. Pero, finalmente, los albanokosovares no lograron burlar el dispositivo militar. Aunque por si éste fallaba, sólo la visión de más de 20 carros blindados sobre el puente y cuatro a la entrada sur del mismo era lo suficientemente disuasoria como para no intentarlo.
Los cerca de cien serbios que miraban desafiantes desde el lado norte del puente les incitaba a hacer lo contrario. "Son asesinos. Vamos a por ellos", rugía, pero no amagaba a cumplir con su palabra, un joven exaltado. Una vez más, allí estaban ambas comunidades, enfrentadas, cara a cara, y encerrando a las tropas de la Kfor en medio. Algo ya habitual en los últimos días.
Uno de los organizadores de la protesta contra la división en dos áreas de la ciudad justificaba la actuación de los más exaltados: "El objetivo de la marcha no era cruzar el puente, sino mostrar nuestra solidaridad con los albaneses que viven en el lado serbio".
Cuando la marcha comenzó en Pristina, tanto los representantes de la Misión de Naciones Unidas para Kosovo como los líderes y representantes de los albanokosovares parecían tener claro que la ingente multitud se quedaría a unos 10 kilómetros de la ciudad. Por eso, en principio, estaba previsto que una docena de políticos albanokosovares fueran los que entraran en Mitrovica y se entrevistaran con las autoridades de la ONU para expresarles sus quejas y temores sobre la división étnica de la ciudad.
Y la marcha comenzó de forma pacífica y ordenada a las ocho de la mañana de ayer en Pristina con destino a Mitrovica, tiñendo de banderas rojas con águilas negras la carretera que une los cerca de 40 kilómetros que separan ambas ciudades. La marea humana crecía más y más al paso por los pueblos hasta hacerla crecer en las cerca de 70.000 personas que finalmente la compusieron, según datos de la Kfor. La consigna era una: "Mitrovica es Kosovo". Y conducía a otra: "Ni cantonalización ni enclaves".
El día de la liberación
"Estoy aquí para liberar a Mitrovica de los serbios", aseguró una mujer de las muchas que, junto a sus hijos, formaron parte de la marcha. Aunque fueron hombres jóvenes, una gran mayoría antiguos guerrilleros del hoy desmilitarizado Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), los que más alto levantaban las banderas, incluida la de Estados Unidos, y los que más deprisa andaban. Nada más comenzar la protesta, uno de ellos declaraba estar ansioso por tomar el puente que "no permite que seamos por fin libres de los serbios". Otro, hablando alto para escapar al rugido de los helicópteros de la OTAN que desde el aire vigilaban la marcha, prometía que el día de la liberación total estaba cerca. Todos ellos coreaban un solo grito: "¡ELK, ELK!".
La ciudad desierta
A pesar de la reinante destrucción, o quizá por su efecto deprimente y axfisiante, las calles de Pristina se pueblan cada día de gente que escapa del frío de sus casas para poblar gélidos cafés o cualquier esquina que se preste a dar cobijo a un hombre ocioso. El movimiento es continuo. Gente que deambula por las sucias calles de la capital kosovar. Gente que, en su gran mayoría, no va a ningún lado. Cruzan de acera en acera sorteando un tráfico imposible y caótico de coches llenos de abolladuras. Algo normal en una ciudad en la que los semáforos brillan por su ausencia y cuyos jóvenes conductores temararios son héroes locales.Ayer todo era distinto. Pristina volvía a ser la ciudad fantasma que describían con angustia los albanokosovares que hace casi un año eran expulsados de sus casas por los paramilitares serbios. Las tiendas, los cafés, los restaurantes cerraron sus puertas a cal y canto. Las calles se mostraban desiertas. No había nadie. Todo el mundo marchaba a Mitrovica o respetaba la protesta y se quedaba en casa. Tan sólo a las afueras de la ciudad, en la zona de la universidad, varias parejas se mostraban su amor al final de la tarde dentro de los coches, a cubierto de la nevada. Y el restaurante llamado Kfor ofreció pizzas del mismo nombre hasta que se quedó sin luz. A las dos de la tarde.
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