La segunda muerte de Jomeini
Irán está cambiando porque su joven sociedad cambia rápidamente y porque, como demuestran las elecciones celebradas el viernes con una participación del 86%, esa socidad civil que crece sin cesar no quiere seguir anclada en miserias político-ideológicas que secuestran su futuro. En un país cuya población tiene una edad media de 19 años -se vota desde los 16-, la contradicción entre la sociedad real y las agonizantes estructuras oficiales del régimen creado por Jomeini tenía que manifestarse en las urnas, y así ha ocurrido. Aunque los datos no son definitivos, es ya evidente la victoria de los reformistas del presidente Jatamí, pese a la resistencia de los "reconstructores" de Rafsanyani y la presión del líder religioso Alí Jamenei.Jatamí necesita un legislativo más aperturista para llevar a cabo las reformas emprendidas en 1997. Ojalá que lo consiga, porque la democratización de ese país de más de 60 millones de habitantes no sólo es necesaria para su abandono de las tinieblas teocráticas y su regreso a la historia, sino para la estabilidad de una zona que sigue siendo vital.
En Irán, que ha sido el baluarte de la sinrazón y el fanatismo, está surgiendo una sociedad madura que ha dejado de pedir la muerte para todo crítico y apuesta por la construcción de un Estado civilizado que pueda integrarse en la comunidad internacional; y en el que hombres y mujeres, creyentes e incrédulos, puedan competir por el favor de la opinión pública sin la omnipresencia del terror.
Su futuro depende de que la presión de su sociedad civil obligue a los ortodoxos del régimen a renunciar a su obstruccionismo. Como en todas las transiciones democráticas, incluyendo la nuestra. Por ello es el momento de ayudar desde el exterior a quienes quieren hacer de ese Estado un socio digno de la comunidad de naciones.
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