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Por Ermua, contra la raza

No sé cuántos nos manifestaremos hoy en San Sebastián. Me parece ilusorio pensar en una nueva edición de las cifras de julio del 97 -aquella breve e intensa revolución democrática que siguió al asesinato de Miguel Ángel Blanco- porque esta tarde los nacionalistas no se echarán a la calle. Pero no importa. Vamos a estar ahí, los que estemos, para dar un testimonio de ira y de esperanza. Vamos a expresar nuestra irritación contra los que traicionaron el espíritu de Ermua, pero vamos también a afirmar, con nuestra presencia, que ese espíritu sigue vivo.Porque el espíritu de Ermua, en efecto, no es más que el nombre que comenzaron a recibir en el verano de 1997 el sentimiento de la propia dignidad, la voluntad de vivir libres de amenazas y de chantajes, la decisión de resistir, de no tolerar las intimidaciones de los terroristas ni de sus compinches, de plantar cara a la manipulación indecente de los deseos de paz de la mayoría de los vascos, de no resignarse al silencio. El espíritu de Ermua fue un ¡basta ya! que los ciudadanos lanzaron a ETA y a Herri Batasuna, pero también a los partidos democráticos, a los del Gobierno y a los de la oposición, en Vitoria y en Madrid. A la banda se le lanzó un basta ya de asesinatos, extorsiones y secuestros. A los partidos nacionalistas, un basta ya de componendas fraudulentas con los enemigos de la libertad, de cobarde permisividad con los violentos, un basta ya de arrastrarse -y de arrastrar las instituciones democráticas vascas- ante los Txikierdi y compañía, basta de mirar hacia otra parte cuando ETA mata y cuando sus aprendices incendian y destruyen, basta de poner precio político a la paz, basta de extender patentes de vasquidad, basta de tratar a los no nacionalistas como vecindario de tercera, basta de sugerir objetivos a los etarras y a la kale borroka. A los demás, un basta ya de acuerdos torticeros, de concesiones gratuitas a un nacionalismo insaciable. A todos, un basta ya de irresponsabilidad y de pitorreo.

Vamos a salir a las calles de San Sebastián esta tarde a renovar ese basta ya porque estamos hartos de humillaciones, asqueados de esta vergüenza. Porque durante los dos últimos años oponerse cívicamente al frente nacionalista ha sido exponerse al cóctel mólotov, a la bomba de fabricación casera, al linchamiento. Porque ETA, tras sus vacaciones tácticas, vuelve a matar. Porque los dos partidos nacionalistas del Gobierno vasco siguen conchabados con Herri Batasuna. Porque el PNV ha emprendido un ataque frontal contra el Estatuto de Autonomía (al que, por boca de su portavoz en el Parlamento de Vitoria, ha tildado despectivamente de carta otorgada). Porque, frente a las instituciones emanadas del Estatuto, el frente nacionalista sigue alentando una legalidad paralela y antiparlamentaria. Porque muchos vascos han tenido que abandonar su tierra bajo amenazas y presiones del nacionalismo antidemocrático. Porque a los nacionalistas supuestamente democráticos del Gobierno vasco les indigna más que se ponga en cuestión la honorabilidad política de un Ternera que la persecución a que los amigos de éste someten a cargos electos populares y socialistas, a empresarios o a profesores. Vamos a manifestarnos en San Sebastián porque todo esto nos produce una náusea infinita.

Y, por primera vez, vamos a manifestarnos sin que nos estorbe el temor de no ser demasiados. Por primera vez, vamos a salir a la calle sin los nacionalistas, porque ésta es una manifestación de los que nos sentimos, ante todo, ciudadanos. No miembros de una etnia. La de esta tarde es una manifestación contra un estado de cosas del que son responsables absolutos los abertzales, ETA y los del pacto de Lizarra. Una manifestación contra la Euskal Herria cuya construcción preconizan Arzalluz y Otegi, contra el nacionalismo étnico, contra la raza vasca biológica del eurodiputado Ortuondo y contra la raza vasca lingüística de Txillardegi y sus discípulos de HB. Una apuesta (vascos al fin y al cabo, nos gusta apostar) por la ciudad democrática contra la caverna racial. Por Ermua, la Euskadi babélica, la urbe luminosa y pluralista poblada por gentes libres con lenguas y orígenes distintos. Y contra la tenebrosa Euskal Herria de cromañones clónicos.

Jon Juaristi es escritor.

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