Condenado un ladrón cuyo fuerte perfume permitió a la víctima identificarle
David T. G., un joven con antecedentes penales por distintos robos, ha sido condenado ahora a una multa de 30.000 pesetas y a un mes de arresto en caso de impago por un hurto cometido en una librería de Madrid. El fuerte perfume que irradiaba cuando cometió el robo fue su perdición, le delató. David T. G. irrumpió el 6 de mayo de 1997 en una librería madrileña, abrió sin ser importunado por nadie la caja registradora y se llevó las 25.000 pesetas que había en su interior. Para acceder al local sólo tuvo que descorrer el cerrojo de la puerta, pues era la hora del almuerzo y la dueña estaba en ese momento en la planta baja del establecimiento. Eso sí, la propietaria oyó un ruido, subió rápido las escaleras y vio a un hombre, de espaldas, que abandonaba el local precipitadamente. No le vio la cara, pero sí que llevaba unos vaqueros y un jersey anudado a la espalda, y que en su huida dejó un acusado reguero de perfume que no pasó inadvertido para ella.
La mujer avisó inmediatamente a la policía y facilitó las características del ladrón. Tras una batida por los alrededores de la librería, los agentes localizaron al ladrón y lo detuvieron. Estaba junto a una chica y de las 25.000 pesetas robadas sólo le quedaban poco más de 9.000. A continuación, los policías avisaron a la dueña de la librería para que les indicase si el detenido era la persona que había visto huir horas antes de su local. No tuvo la menor duda, tras olerle (no le vio la cara) dijo taxativa: sí, es él.
En la sentencia, el juez David Cubero, del Juzgado de lo Penal número 14 de Madrid, asegura que no existe la menor duda de que el joven juzgado fue el autor del hurto. Se basa en el testimonio de la dueña del local, que le vio la indumentaria al salir por la puerta y que coincidía con la del sospechoso que detuvieron los agentes, "y en un detalle", explica el juez en la sentencia, "nada superfluo: y es que el joven había dejado un rastro significativo de perfume" dentro del local.
El mismo rastro que sirvió a la dueña de la librería para, cuando la policía le puso delante al detenido, horas después del atraco, identificarle sin ningún género de dudas. Los policías que le detuvieron también señalaron en el juicio que David T. G. desprendía un fuerte olor a perfume.
Once meses de cárcel
El fiscal pidió para el acusado en el juicio un total de 11 meses de cárcel, tras calificar los hechos como constitutivos de un delito de robo con fuerza en las cosas, mientras que la defensa reclamó la absolución por faltas de pruebas.
El juez le ha impuesto sólo dos meses de multa, a razón de 500 pesetas diarias, porque entiende que se trató de una falta de hurto, y no de robo, ya que el acusado no ejerció violencia para acceder al local.
El magistrado recuerda que la propia dueña del local reconoció en el juicio que no había echado el candado de la puerta, de lo que se deduce que el encartado "simplemente movió el candado y entró en el local. "Es algo parecido a entrar en una casa abriendo la puerta o descorriendo un cerrojo, pero sin forzarlo", indica el juez Cubero para justificar la condena por hurto y no por robo con violencia como pretendía el fiscal.
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