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CONFLICTO RACISTA EN EL EJIDO Acerca de una foto que ha valido más que las palabras que la han denigrado ANTONIO GUTIÉRREZ

El racismo es el tumor social que ha matado a más gente durante el siglo XX y, no obstante la persistente denuncia de sus horrores entre otras medidas preventivas, rebrota con frecuencia en los más diversos lugares del planeta. Por lo que, además de reiterar el discurso de la denuncia y la teorización sobre sus causas, es prioritario plantarle cara allí donde se manifieste, oponiendo a la imagen del vandalismo racista la "foto" más representativa posible del compromiso democrático por la convivencia como iguales entre quienes somos diferentes. Con esta voluntad se promovió la presencia de los máximos responsables de las principales fuerzas políticas, sindicales y del movimiento asociativo de los inmigrantes en El Ejido, donde, deplorablemente, había supurado el borbotón más próximo de xenofobia.Al menos en CC OO -sólo puedo responder en su nombre- pensamos que ante hechos como los de El Ejido es más loable inducir la unidad de los demócratas en la condena del racismo que azuzar su división por muy comprensibles y legítimos que sean los particulares intereses electorales en la presente coyuntura. Razón por la cual no nos pareció necesario ni conveniente resaltar lo mucho que venimos haciendo por la integración sociolaboral de los inmigrantes desde antes incluso de disponer de las libertades y medios mínimos para ejercer esa labor, y mucho menos enzarzarnos con otros en una disputa tan mezquina como torpe sobre las responsabilidades de todo tipo imputables a los sucesivos Gobiernos, al actual y a los anteriores.

Ahora bien, ya que comentaristas y tertulianos de diversos medios han descalificado aquella iniciativa como si de un lavado superficial de conciencia se tratase tras despertar de un "sopor burocrático" para encubrir nuestra supuesta pasividad, me parece obligado apuntar algunas muestras del quehacer de CC OO por si contribuyen a que los implacables examinadores de cuanto se hace y acontece sean más ecuánimes.

No hemos despertado ahora al fenómeno de las migraciones, sino que nacimos ya incorporando la atención y defensa de los emigrantes españoles entre las principales responsabilidades de CC OO y desde la clandestinidad se nutrieron nuestra militancia y los máximos órganos dirigentes con emigrantes. Sin discontinuidad alguna transformamos todo aquel dispositivo ampliando enfoques sindicales y medios más allá de nuestras posibilidades para volcarlos hacia los inmigrantes cuando, apenas restaurada la democracia, empezaban a venir los primeros emigrados políticos desde países latinoamericanos y económicos del norte de África. Hace casi 15 años que CC OO ha extendido por toda España -también en El Ejido- los Centros de Integración para los Trabajadores Emigrados (CITE), dedicados en exclusiva a la información, asesoramiento, regularización y defensa laboral y civil de estos colectivos, por lo que no es casual que CC OO sea la organización que cuenta con el mayor número de inmigrantes entre sus afiliados y delegados representativos en las empresas. No hemos bajado la guardia ante el más mínimo síntoma de incomprensión entre nuestros afiliados y trabajadores en general, como no paramos en la permanente formación de nuestra gente en el respeto de los derechos humanos, en el rechazo del simplismo xenófobo que presenta a los inmigrantes como usurpadores de empleos y en inculcarles que la solidaridad es un vínculo que interesa por igual a quienes la ejercen y a quienes la reciben, superando las connotaciones caritativas que en otro tiempo le incrustaron algunos progres. Denunciamos y luchamos en la calle y ante las instituciones contra aquella restrictiva y criminalizadora Ley de Extranjería de 1985, siendo los primeros en interponerle recurso de inconstitucionalidad. Como hemos sido artífices en primer plano de su reforma y, finalmente, en la gestación de la mayoría parlamentaria suficiente para impedir la involución de última hora perpetrada por el Gobierno del PP. Y si en España se ha oído hablar de la Campaña Internacional contra el Racismo y la Xenofobia ha sido gracias a que la impulsamos desde CC OO aun antes de que cualquier entidad pública o privada se la tomara mínimamente en serio; con nuestro empeño y exclusivos medios la hemos difundido por todo el país durante más de un año y hemos contado con la colaboración de muy diversos representantes de la cultura en todas sus facetas, a quienes una vez más les reiteramos nuestro profundo agradecimiento.

Como también es sabido que en estos primeros días de vigencia de la nueva ley de inmigraciones no nos hemos limitado a gritar la negligencia -¿intencionada?- de la Administración ante las colas de inmigrantes y la dureza de la policía para disolverlas, sino que, con la mayor agilidad y audacia que hemos podido, se han tramitado miles de regularizaciones desde las sedes de Comisiones Obreras.

Ciertamente, el trabajo social o sindical contra la marginación y la exclusión social está minusvalorado en la escala de valores de una sociedad mediática que, paradójicamente, cuanto más expande la información y más sofisticados son sus medios tecnológicos, más gorda es la brocha que utiliza para diseñar lo que es noticia y lo que no lo es. También es comprensible que estos esfuerzos pasen inadvertidos porque quienes los realizamos no podemos perder tiempo y energías en hacer publicidad, sabemos de antemano que los marginados no votan y, como nos recordaba en cierta ocasión el escrior Galbraiht refiriéndose a Estados Unidos, "antes el partido Demócrata era el de los pobres; ahora, uno y otro partido de lo que se ocupan es de que los pobres no voten". En consecuencia, tenemos asumido que no se ensalce nuestro papel en este frente porque ni nosotros mismos buscamos el aplauso de nadie, pero quienes con tanta ligereza nos abroncan mientras predican descubriendo el Mediterráneo racista podrían informarse antes, no vaya a ser que otros lleven dando trigo algún tiempo con poca o mucha fortuna y bajando al Mediterráneo o implicándose para que convivan y prosperen mejor todas sus comunidades ribereñas.

Que en la sociedad española está latente el racismo, que se ha hecho patente en varias ocasiosies en los últimos años y que volverá a manifestarse en cualquier momento y en cualquier lugar es casi una obviedad ante la que no cabe engañarse ni confiarse. Pero no es cierto que estemos inermes ni es bueno paralizarse con lamentaciones. Es necesario conjugar esfuerzos y responsabilidades hasta cristalizarlos en iniciativas tangibles, que seguramente serán insuficientes, pero en sus resultados, por insatisfactorios que sean, se alentarán nuevos y mayores avances. Así, por ejemplo, en la controvertida visita de políticos y sindicalistas a El Ejido se establecieron las bases de la negociación entre empresarios agrícolas y representantes de los trabajadores -CC OO, UGT y asociaciones- para la mejora de las condiciones laborales; se asumió el compromiso de indemnizar por los destrozos ocasionados durante los disturbios, restaurar la mezquita de El Ejido, disponer de las primeras partidas presupuestarias para la construcción de viviendas, etcétera.

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Esperemos también que aquella foto velada parcialmente por un alcalde del PP, inconcebible en las filas de un partido democrático, haya servido para el común aprendizaje acerca de la grandeza que ha de alcanzar la imprescindible política para combatir con tesón una de las bajezas más detestables, que no superará el mercado global por sí solo, sino que lo agravará, en las que cae frecuenternente nuestra manifiestamente mejorable civilización: el racismo.

Antonio Gutiérrez Vegara es secretario general de la C. S. de CC OO.

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