"La guerra de Chechenia es un crimen"
A sus 47 años, Grigori Yavlinski sigue pensando que algún día será presidente de Rusia. Ese día parece aún lejano, porque ahora consigue sólo un 4% de intención de voto en los sondeos para las elecciones del próximo 26 de marzo. El líder de Yábloko, la fuerza más civil, liberal, democrática y europeísta del panorama ruso, ha sido uno de los principales damnificados por el fenómeno que encarna el presidente Vladímir Putin. Sin embargo, Yavlinski, que fue cartero y electricista antes que economista y político, y en quien mucha gente ve una especie de "conciencia moral" de Rusia, señala un motivo más inmediato en el hecho de que Yábloko sólo consiguiera en las legislativas de diciembre el 6% de los votos y de que perdiese 25 de sus 46 diputados: su oposición a la guerra de Chechenia. Una guerra "criminal, no declarada y masiva", a la que ha acompañado la "manipulación de la opinión pública y los medios de comunicación".Pregunta. Hace apenas un año, usted me decía que conseguiría 100 diputados y estaría en condiciones de decidir quién sería el próximo presidente. ¿Qué truncó ese sueño?
Respuesta. La guerra. No una operación antierrorista, sino una guerra no declarada y masiva, tras los atentados que mataron a muchas personas de la forma más cruel. En esas condiciones de histeria militar, un partido como Yábloko no podía obtener un alto porcentaje de votos, sobre todo si se oponía a la guerra por las grandes pérdidas humanas que provocaba. Por eso se ha formado en la Duma una coalición entre el Kremlin, los comunistas y los nacionalistas.
P. ¿Ha sido la guerra el único factor de la pérdida de votos?
R. Hubo otros, como la manipulación de la opinión pública y de los medios de comunicación, así como la violación de las leyes por formaciones como Unidad. Afortunadamente, la situación está cambiando. Cada día hay más gente que se da cuenta de que esta guerra nos lleva a un callejón sin salida, que es un crimen que causa la muerte de miles y miles de personas.
P. ¿Cuál es su actitud respecto a la Unión de Fuerzas de Derecha, con la que comparte algunos principios ideológicos?
R. Sus líderes pretendían ser liberal-demócratas, pero se revelaron como nacional-populistas y defensores de los intereses de los grandes propietarios sin tener en cuenta los derechos humanos. Este cambio hacia posiciones de extrema derecha les hizo captar el voto de un electorado agresivo. Ni siquiera los comunistas llegaron tan lejos como Anatoli Chubáis, que dijo que en Chechenia estaba resucitando el Ejército.
P. ¿Hasta dónde puede usted empecinarse en defender sus principios si el objetivo es conseguir el poder?
R. La frontera es la sangre. No se trata de hacer concesiones sobre la tasa de un impuesto o las relaciones con China. Está en juego la sangre de miles de personas. Se recluta a niños que luego mueren sin saber por qué. Por supuesto que el Ejército toma Grozni pero, ¿y después? Empezará la guerra de guerrillas, y de nuevo morirán soldados y civiles.
P. ¿Pretende usted ser la conciencia de Rusia?
R. Lo que deseamos en Yábloko es que Rusia se convierta en un país en el que quieran vivir nuestros hijos, que no se vayan al extranjero personas inteligentes, intelectuales, empresarios y financieros. Si llegamos al poder, lo conseguiremos. Y si es necesario que Yábloko sea la conciencia de Rusia, lo será.
P. ¿Por qué cooperó con Serguéi Stepashin, que fue primer ministro con Yeltsin y que ahora apoya a Putin?
R. En Rusia casi no han quedado políticos que no hayan sido echados a perder por Yeltsin. Los involucró en el poder y salieron de él manchados. Pero Stepashin se dio cuenta de muchas cosas durante la primera guerra chechena, y reconoció que fue un gran error.
P. ¿Por qué ha sido imposible crear en Rusia un sistema auténticamente democrático?
R. Aún no ha llegado el momento. En la España de los setenta, y en la Polonia, Checoslovaquia o Hungría de los noventa, hubo una revolución democrática. Pero lo que ocurrió aquí fue un termidor de la nomenklatura, una revancha. Se hicieron con el poder los mismos de antes. Si antes hablaban de socialismo, comunismo o plan quinquenal, pasaron a hacerlo de mercado, democracia y reformas. Luego aprendieron a decirlo en inglés, para engatusar a Occidente y, finalmente, contrataron a jóvenes reformistas para conseguir 50.000 millones de dólares en préstamos, a sumar a la deuda exterior. Ahora seguimos con la nomenklatura, sólo que ya no es comunista, sino criminal.
P. ¿Por qué se han aliado en la Duma los comunistas y Unidad, el partido del Kremlin?
R. Hay un partido en Rusia que defiende el sistema de valores europeos: Yábloko. Y otros basados en el conservadurismo y los valores soviéticos. No tiene sentido distinguir entre quienes apoyan la propiedad privada y quienes la rechazan. Hay que fijarse en las libertades ciudadanas y los derechos humanos. Unidad los desprecia, al igual que el Kremlin. ¿Qué partidos son la base del fascismo moderno? Los que defienden la propiedad privada, pero ignoran los derechos humanos. ¿Cuáles son liberales, democráticos y socialdemócratas? Los que defienden la propiedad privada, pero también los derechos y libertades.
P. ¿Es también Putin un misterio para usted?
R. Menos que para un occidental, pero sé poco sobre él. Lo que veo me basta para considerar mi obligación de competir con él por la presidencia. Veo que ha desatado una guerra, veo que en la Duma se alía con los comunistas y los ultranacionalistas, veo que aplica métodos de fuerza, oigo la retórica absurda de gran potencia que oculta la humillación de Rusia y el aplastamiento de su población. Me basta.
P. ¿Persiste el peligro de que, con Putin en el Kremlin, el país siga controlado por oligarcas?
R.No tengo motivos para pensar otra cosa.
P. ¿Le cree cuando dice que combatirá la corrupción?
R. No. Si lo pensara, no sería candidato a la presidencia.
P. ¿Qué opina del decreto que firmó Putin nada más dimitir Yeltsin para garantizar inmunidad a éste y a su familia?
R. Formaba parte de las condiciones para convertirse en sucesor. Putin es parte del sistema creado por Yeltsin, y actuará como tal, al menos hasta después de las elecciones. Después, ya veremos.
P. ¿Cuántos votos espera obtener?
R. El 55%. Lo necesario para ganar, y un poco más.
P. ¿Habrá segunda vuelta?
R. Tal vez. Putin podría ganar en la primera con el 65%. Pero también podría tener problemas y ser derrotado. Su baza es la histeria, pero si tiene que argumentar en público, perderá.
P. ¿Por qué se ha hecho Putin tan popular?
R. Primero saltan las casas por los aires con centenares de personas durmiendo. Y luego viene alguien que dice que castigará a los culpables, desata una guerra para conseguirlo, gana combates en Daguestán. En cualquier país del mundo, eso suscitaría apoyo popular.
P. ¿Qué es lo primero que haría tras jurar como presidente?
R. Parar la guerra, convertirla en una auténtica operación antiterrorista y abrir negociaciones. No sería tan complicado.
P. El actual liderazgo dice que no tiene con quién negociar.
R. Yo sí.
P. ¿Quién cometió los atentados de septiembre que sirvieron de justificación para la guerra?
R. No lo sé. Hace 10 años que me dedico a la política y sé escoger las palabras. Repito y subrayo que no lo sé.
P. ¿Qué opina de la postura de Occidente sobre el conflicto?
R. No puede hacer nada. Occidente actuó igual en los Balcanes, aunque con más habilidad, causando menos víctimas.
P. ¿Es Chechenia una consecuencia directa de Kosovo?
R. Claro. Si uno puede, el otro también. Después de que Yeltsin ordenase que los tanques bombardearan el Parlamento, y de que todo el mundo le aplaudiese, comenzó la primera guerra chechena. Ahora, el uso ilegal de la fuerza en Yugoslavia, no sancionado por la ONU, ha provocado otra guerra en el Cáucaso.
P. ¿Puede Rusia volver a ser una amenaza para Occidente?
R. Aún no tengo una respuesta. Se verá después de las elecciones, pero todo es posible.
P. Usted decía que, en 20 años, Rusia debería ser miembro de la OTAN. ¿Aún lo piensa?
R. Dudo mucho de que la OTAN exista para entonces. Mi tarea es contribuir a que, dentro de 20 o 25 años, Rusia sea un país europeo e integrante del sistema de seguridad común del continente y del mundo.
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