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La revisión del plan general de Valencia

Hace ya algunos meses que se viene hablando de la necesaria revisión del Plan General de 1988. No seré yo quien me oponga a tan noble propósito porque siempre he defendido que los planes, para que sirvan de algo, deben revisarse y actualizarse con periodicidad. Debo confesarles, empero, que el anuncio me da más miedo que Carrascal, corbata incluida. Mi prevención está, creo, algo más que justificada. En primer lugar, lo han dicho con la boca pequeña, en plan globo sonda, lo cual hace siempre temer que en más de un despacho ya tienen el cocido a medio hacer. Además, han dejado caer aquello que la ciudad "ya está acabada" y hay que pensar nuevas estrategias. Celebro que piensen en pensar aunque sea sin reconocer que han estado viviendo del diseño que hizo el Plan de 1988 que, desgraciadamente, no siempre se ha ejecutado con el espíritu que lo inspiró. Puedo asegurarles, por ejemplo, que cuando hablábamos de los Espacios del Este o de Ademuz deseábamos para la ciudad nuevos espacios de mucha más calidad urbanística y arquitectónica que la que ha permitido el actual Ayuntamiento, desaprovechando una oportunidad de oro aunque como dice Pasqual Maragall la vida esta llena de oportunidades perdidas y de oportunidades por aprovechar.

Si quieren que hablemos de la revisión del PGOU, hablemos, pero en serio y, a ser posible y si no es mucho pedir, abriendo las ventanas y pidiendo opinión y parecer a la ciudadanía y, también, por qué no, a los profesionales. El despotismo ilustrado tiene muchos inconvenientes y peligros pero el despotismo de un poder sumiso a intereses inmobiliarios y repleto de iletrados es todavía mucho peor.

Si vamos a hablar de revisión, lo primero que habría que decir es que la ciudad está todo menos acabada. Sigue siendo una ciudad de retales, de bordes urbanos que harían las delicias del neorrealismo italiano, de parques virtuales como el de la Rambleta, de avenidas inconclusas como la de Tres Cruces, de rondas inacabadas , de parques de Cabecera improbables, de ejes sinuosos como el de Reus- Ruaya-Málaga. Es como aquel juego de "ha venido un barco cargado de...".

Y ello por no hablar de indefiniciones varias que rodean proyectos viejos tan importantes y estratégicos como el Parque Central o la propia prolongación de Blasco Ibáñez. O el olvido en que se ha sumido a la Malva-rosa y a la segunda línea del Plan Especial del Paseo Marítimo. Una buena revisión siempre debe empezar por el balance de lo no ejecutado y de la decisión sobre si sigue teniendo interés o no ejecutarlo y cómo debe hacerse. Y debería huirse de la política de hechos consumados que condiciona las opciones de futuro. ¿Creen Vds. que es de recibo concentrar el Centro Comercial El Saler, la Ciudad de las Artes , las Ciencias y los Peces, la Ciudad de la Justicia y ¡¡horror!! la nueva Fe en tan escaso perímetro? ¿Alguien ha calculado las necesidades de transporte público y los problemas previsibles de congestión y de fractura adicional del tejido urbano?

Con esos deberes hechos, podemos hablar de proyectos de futuro pero con información, análisis coste-beneficio, discusión de alternativas. Me repele nuestra peculiar facilidad para eternizar los proyectos pero tampoco me atrae la precipitación prepotente. Por ejemplo, el Balcón al Mar. Sin entrar en el magnífico nombre elegido (y además siempre en castellano como es del gusto de la Sra. Barberá), tengo que decir, con toda modestia que tengo algunas ideas al respecto que quizá valdría la pena valorar si es que alguien abriera juego.

Más futuro: la ciudad de la información y el conocimiento. Supongo que nadie pensará en que ya hemos cumplido dejando que ONO y compañía nos hayan complicado aún más el confuso plano del subsuelo de la ciudad. Confío además que, vista la experiencia, no nos nombren ciudad elegida por el proyecto Infoville ad majorem gloriam de Tissat.Me gustaría también que, si no es pedir demasiado, se pusiera encima de la mesa el plan de usos previstos para los edificios públicos, rehabilitados o por rehabilitar, incluyendo las prisiones, el matadero, la Ceramo etc...

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Pero, sobre todo, me gustaría que alguien dijera sin enrojecer que vamos a revisar el PGOU de la ciudad manteniendo la ficción de la ciudad administrativa y olvidándonos de la ciudad real, el área metropolitana de Valencia con la que tenemos algunos asuntillos pendientes de escasa importancia como el transporte, los residuos, el ciclo del agua, la promoción económica. Claro que después de constatar la indisimulada alegría del Ayuntamiento de Valencia en el asunto de la disolución del Consell Metropolità de l'Horta, todo es posible en esta tierra mítica.

Lo dicho: encantado con la revisión del PGOU pero, por favor, con luz y taquígrafos y un poquito de seriedad. Hagan juego señores.

Josep Sorribes es profesor de Economía Regional y Urbana de la Universidad de Valencia.

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