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El PP mantendrá que no es hora de un cambio

La estrategia de los populares descansa en la continuidad y la esperanza de ocupar el centro tras el pacto del PSOE con IU

Javier Casqueiro

"Seguir avanzando en el mismo proyecto". Ésa es la idea que inspirará la campaña de José María Aznar, marcada por un optimista análisis acerca de cómo ha gestionado los destinos del país en estos últimos cuatro años, y por su percepción de que la mayoría de los ciudadanos no quiere cambiar. Pero esos sólidos cimientos estratégicos de campaña podrían evaporarse, por ejemplo, si los estrategas del PP, después de analizar las encuestas de este fin de semana, apreciaran que entre la ciudadanía surgen dudas sobre las cualidades de Aznar.El PP ha decidido, en cualquier caso, despreciar durante las hostilidades electorales el pacto entre PSOE e IU y, especialmente, la solvencia del líder socialista, Joaquín Almunia. Los populares intentarán convencer a la gente de que el acuerdo con IU ha radicalizado a los socialistas y, en consecuencia, los ha dejado a ellos como únicos terratenientes del huerto electoral del centro.

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Tres fases

El PP ha dividido el viaje hacia el 12 de marzo en tres fases perfectamente diferenciadas. La primera, que comenzó hace meses, consistió en presumir de los supuestos logros de Aznar en esta legislatura. Era un tiempo destinado a recordar en positivo los "hechos", "las realidades", "las circunstancias sin adjetivos", como las cataloga Aznar, pero que en realidad sirvió, como se demostró en la reciente y tosca promoción de las pensiones, para asaetear al PSOE por su pasado.

El partido de Aznar se metió en una vorágine de exhibiciones y montó un serial de balances de legislatura. Se presentaron por áreas, por instituciones, por sectores sociales, por ministerios y por provincias. Y se compararon con los más de 500 compromisos inscritos negro sobre blanco en el programa electoral de 1996. En ese peculiar examen, la mayoría de los dirigentes se fueron poniendo notas a sí mismos hasta conseguir una calificación final de sobresaliente: un cumplimiento de lo prometido superior al 90%.

Ese primer estadio preelectoral, ya superado, dio paso al segundo, que, bajo el epígrafe Vamos a más, ha profundizado en la línea de que "España va a más, las familias van a más, las pensiones van a más, la sanidad va a más, la educación va a más y las infraestructuras van a más".

La tercera fase empieza hoy. El PP no hará distingos entre la precampaña y la campaña oficial, que empieza en la madrugada del viernes 25 de febrero, justo cuando Aznar cumpla 47 años. Antes de entrar en esta recta final, en la que promocionarán las ideas del programa, con su proyecto de centro y de futuro para España, Aznar y los dirigentes del PP se han detenido a recordar "de dónde veníamos y qué es lo que hizo el PSOE en su día cuando gobernó".

Los populares han querido convencer de que las diferencias entre cómo vivían los españoles personal y globalmente hace cuatro años y ahora se debe a sus políticas. Y quieren que se concluya que, si esas políticas han funcionado "razonablemente", no tiene mucho sentido cambiarlas. Es decir, que los electores deben renovar la confianza a los populares "porque se lo merecen, y porque lo contrario sería injusto y una grave equivocación".

El PP insiste en que no existe hoy en España "el ambiente de cambio" que se experimentó en 1996 o en 1982. Y lo hace sobre unos apartados de las series de encuestas que no son precisamente los de estimación de voto. Los responsables de la campaña de Aznar, que dirige de nuevo Mariano Rajoy, se fijan más en las respuestas a las preguntas sobre quién creen realmente los consultados que va a gobernar y a ganar o sobre quién sería el mejor presidente.

Los altos porcentajes de ciudadanos, de distintas ideologías, que aún vaticinan que Aznar seguirá en La Moncloa reafirman la confianza en sus posibilidades de los populares. Si esos índices descendieran, empezarían las preocupaciones y seguiría el replanteamiento de esta estrategia. Y se tomaría entonces en consideración la posibilidad de aceptar los debates cara a cara en televisión de Aznar frente a Almunia, que ahora se descartan oficiosamente.

Frente a su propia labor en el Ejecutivo, que el PP califica como "el mejor aval para seguir en el Gobierno", al PSOE se le coloca en "la confusión, el vacío, el girigay, el barullo, el lío y el gratis total". El PP, en ese escenario político, sería "el único partido con un proyecto común, pragmático, realista y moderado para toda España", frente a una "ensaladilla" de propuestas contradictorias y radicales: las del PSOE y sus aliados presentes y futuros.

El PP se atribuye así, además, la defensa a ultranza de la Constitución y de los estatutos vigentes tal y como están. Y desplazan al PSOE a territorios confusos y arriesgados donde se pone "en peligro el proceso de modernización de España y de enganche histórico con las tasas de bienestar de los mejores países de Europa".

Este argumento ha sido especialmente destacado tras la confirmación del pacto de izquierdas logrado entre el PSOE e IU para una hipotética investidura de Almunia como presidente y que ha cogido por sorpresa al PP.

Beneficio para IU

Tras algunas vacilaciones iniciales, el PP ha optado por minusvalorar la aportación en votos de esa alianza. Mantiene que sólo beneficia a Izquierda Unida, porque les rescata de un triste destino en las urnas, y a su candidato, Francisco Frutos, hasta hace sólo unos días un auténtico desconocido para la mayoría de los españoles. El PP acepta que ese acuerdo puede aportarle al PSOE algún beneficio por la izquierda, pero a costa de desplazarles del gran vivero del centro político hacia la radicalización.

El PP no sólo persigue identificar al PSOE con una gestión deficiente y anticuada de los servicios públicos ("que podría incrementar en cuatro billones el gasto público y los impuestos"), sino con la agenda diaria de escándalos y corrupciones. Es decir, con el sobresalto de cada mañana. Sobre todo si el PSOE endurece su campaña de ataques sobre cómo ha llevado a efecto el PP las privatizaciones de las principales empresas públicas.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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