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Sospechas de que el reportero desaparecido en Chechenia descubrió campos de detención

El motivo de la desaparición del reportero de Radio Liberty Andréi Babitski podría ser el deseo de silenciar su voz, y no sólo el de vengarse de la versión de la guerra que difundió desde Grozni y que hizo rechinar los dientes a los militares rusos. La carta de un supuesto guardián de un campo de filtración recoge atrocidades con los internados, que van desde el apaleamiento a la sodomización. Babitski vio todo eso. Si lo hiciese público, el escándalo salpicaría a la cúpula militar rusa y al mismísimo Vladímir Putin, que cabalga sobre la guerra para ganar la presidencia el 26 de marzo. Shavik Shuster, jefe de la oficina moscovita de Radio Liberty, cree que la clave del caso es el intento de conjurar ese peligro. El portavoz ruso para la guerra, Serguéi Yastrzhembski, está harto de que, en lugar de por los éxitos militares en Chechenia, los periodistas le pregunten una y otra vez por Babitski. El jueves, el antiguo portavoz de Borís Yeltsin mostró su irritación ("todo es falso", dijo) por las informaciones sobre excesos en el campo de Chernokosovo, al norte del río Terek, donde se interna a sospechosos de haber combatido con la guerrilla. Allí pasó varios días el periodista de Radio Liberty, detenido a mediados de enero y entregado, según los rusos, a los rebeldes el 3 de febrero, a cambio de varios soldados prisioneros.

Babitski no puede contar lo que vio, y ningún otro informador ha tenido acceso a Chernokosovo. Por eso, aún con reservas, hay que recoger lo que cuenta un comunicante anónimo, de nombre ficticio Naur, que dice ser guardián del campo y cuya misiva, que terminó en manos de la periodista de Le Monde Sophie Shihab, parece auténtica.

Según Naur, si hay un infierno está en Chernokosovo, donde las palizas y las violaciones son moneda corriente. Babitski, según la misma fuente, fue apaleado. Naur, que no muestra ninguna compasión por los guerrilleros, dice que la mayoría de los internados en el campo no lo son, y que fueron detenidos por infracciones menores como no haber registrado sus pasaportes.

Unas 300 personas se congregaron ayer en el centro de Moscú ante la estatua de Alexandr Pushkin, el Cervantes ruso, para exigir la libertad de Babitski. El corresponsal de EL PAÍS, Rodrigo Fernández, leyó una declaración de la asociación de prensa extranjera en el que se atribuye toda la responsabilidad por la suerte del informador a las autoridades rusas, "representadas por el presidente interino, Vladímir Putin".

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