Doble presión
Ya no será sólo cuestión de hemerotecas. En los archivos de la judicatura, desde ayer, consta una sentencia en la que puede leerse la siguiente frase: "En conclusión, el solo hecho de que en tal estado el teatro del Liceo permaneciese en funcionamiento constituía, en sí mismo, una negligencia difícilmente comprensible". Y el "tal estado" era, según se escribe más arriba, que "incumplía abiertamente la normativa en materia de seguridad que, conforme al Reglamento General de Policía de Espectáculos, aprobado por Real Decreto 2.816 / 82, de 27 de agosto, le era exigible. Los propios bomberos municipales advirtieron reiteradamente del riesgo potencial que el teatro representaba. En fecha 24 de marzo de 1993 se aprueba por el consorcio el proyecto básico de ampliación y reforma del teatro del Liceo, incluyéndose las medidas de seguridad precisas para la observación de la normativa vigente, que no llega a ejecutarse" (la cursiva es propia).En otro lugar de la sentencia se habla de "extintores que no llegaban al lugar del fuego" y de "mangueras que carecían de la suficiente presión o no tenían extensión suficiente para alcanzar las llamas". Queda así consignada, con el frío lenguaje de los hechos, la historia de una doble impotencia. Al igual que el agua de las mangueras no manaba con la suficiente presión para alcanzar las llamas, tampoco el proyecto de reforma llegó a tener el impulso político necesario que habían de suministrarle las administraciones públicas para que pasase a la fase de ejecución. Pero las dos bajas presiones no se miden con el mismo barómetro. La primera levantó sospechas de conductas temerarias y desencadenó una acción judicial que ha durado seis años y en la que se han empleado más de 4.000 folios. La segunda, en cambio, no pasó por el banquillo: con el dinero de todos, se empezó aplicadamente a reconstruir el teatro, y antes de que hubiera sentencia, los responsables ya se habían palmeado la espalda y sacado fotos ante el nuevo edificio. Por supuesto, todos absueltos.
Babelia
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