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Pueblo 'elejido'

"Parecíamos animales nocturnos", dice Hannes Weiss. Mira con fijeza a la cámara que le fotografía, pero su boca ligeramente entreabierta y su ceño arrugado parecen transmitir una pregunta que no haya encontrado respuesta a lo largo de más de cincuenta años. En 1944, Hannes Weiss tenía catorce años, uno menos que Ana Frank. Consiguió escapar, vagabundeando de noche como un animal nocturno, del destino de brutal concentración al que se vieron obligados muchos de sus parientes. Fueron a Auschwitz o a Westerbok. Él era gitano y adolescente y asegura que tenía mucho miedo.En el Círculo de Bellas Artes se expone una muestra fotográfica que presenta un recorrido inédito por la vida de Ana Frank y su familia, así como el relato de testigos y supervivientes, niños y adolescentes entonces, que también sufrieron la humillación y el crimen racista. Ana Frank murió en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Tenía quince años. Había pasado los dos últimos de su vida escondida en lo que llamaban la Casa de Atrás, un desván donde convivía con sus padres, su hermana y otras cuatro personas. Todos ellos eran gente buena, decente, con ilusiones. Y judíos. De qué vacío brotarían las palabras de Otto Frank, el padre que Ana describe en su célebre Diario como "el más bueno de todos los padres que he conocido en mi vida", cuando al final de la guerra pronunció: "Lo he perdido todo, excepto la vida. De mi familia no queda nada, ni una foto, ni una carta de mis hijas. Nada. Nada". Como un mínimo residuo de fortuna, descubrirá después en Amsterdam los álbumes familiares y el Diario de Ana. Lo leí muchas veces en mi infancia. Más allá de un testimonio histórico y político cuyo horror quizá entonces tenía todavía la suerte de no alcanzar a comprender, me identificaba con la voz y la mirada de una niña sensible a tantos detalles de la realidad que pasan inadvertidos para quien no quiere ser escritor ("Es que la gente corriente no sabe lo que significa un libro para un escondido"). "Querida Kitty", escribía yo también en un cuaderno, intentando emular el genio de Ana desde el escondite particular de mi adolescencia.

Ana, Ruth, Margot, Edith, Hannah, Peter, Otto, Rachel, eran personas buenas, decentes y con ilusiones. Pero pertenecían a un pueblo elegido, según se ha dicho por los siglos de los siglos. Elegido para ser masacrado por el simple hecho de pertenecer a él. Siempre hay un pueblo elegido. En España tenemos uno en Almería, muy juanrramoniano él, El Ejido. Allí viven muchas personas buenas, decentes y con unas ilusiones cuyo precio es una pobreza difícil de doblegar y una explotación difícil de concebir en un país que va tan bien como el nuestro. Sufren la humillación, el desprecio y la violencia de manos de unos tratantes de esclavos de raza que creerán como la nuestra (¿?), prepotente, paleta y nueva rica, olvidadiza de sus sucios abuelos analfabetos, que viajaban cabizbajos y aturdidos a trabajar a Alemania (donde los de los campos de concentración) o a Suiza (donde los que callan y otorgan) y vestían unas boinas ridículas, camisas renegridas y bultos atados con cuerdas casi intolerables. Los que no quieren recordar que así eran vistos fuera del pueblo elejido sus seres queridos y sacrificados por la miseria, probablemente personas buenas y decentes que tendrían que repudiar a sus fascistas descendientes.

Lo más importante que ha sucedido en los últimos días en Madrid son las imágenes que hemos visto por televisión del nuevo pueblo elejido para la barbarie. Les ha salido el tiro por la culata, porque su desbordada indignación popular por un crimen común, triste, despreciable y común como cualquier crimen, nos ha enseñado toda la mierda que acumulan sus numerosas cuentas bancarias. Ya lo hemos visto, los hemos visto. Y lo que han hecho hasta ahora con los magrebíes puede que ya no puedan seguir haciéndolo, con ellos o con los pobres del Este que se han apresurado a contratar a lazo para que no se les pudran, más, los pimientos.

Otto Frank contestó miles de cartas de jóvenes: "Espero que el libro de Ana te inspire el resto de tu vida y que te impulse a luchar, en la medida de tus posibilidades y dependiendo de las circunstancias, por la paz y la solidaridad". En El Ejido no lo han leído.

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