Telefónica: ¿Quo vadis?
para dar respuesta a las últimas operaciones de concentracióny apuesta por una alianza con France Télécom.El pasado 3 de febrero, Vodafone Airtouch y Mannesmann acordaron la mayor fusión de la historia -con un valor de 32 billones de pesetas-, superando ampliamente la unión de America Online y Time Warner. El gran competidor de Deutsche Telekom y la mayor compañía de móviles del mundo se unen y dan lugar a una empresa con 42 millones de clientes. Aunque la última y más grande, no es la única noticia de esta naturaleza que conmociona al sector de las telecomunicaciones. One2One, E-Plus, Orange, Olivetti-Telecom Italia, Telia-Telenor, son sólo algunas de las operaciones de fusiones o adquisiciones que han colocado en estado de efervescencia al sector. Tras las últimas grandes operaciones, las perspectivas de mayor consolidación en Estados Unidos disminuyen. En aquel país ya se han realizado decenas de megafusiones produciendo, entre otras cosas, el reagrupamiento de las baby bells [operadoras regionales]. Sin embargo, los analistas tienen claro que los movimientos en telecomunicaciones no han hecho más que empezar y que, con toda probabilidad, el escenario de la próxima gran fusión o adquisición seguirá estando en Europa.
Las sinergias de la unión Vodafone-Mannesmann ayudarán a la nueva compañía a hacerse fuerte en los principales mercados europeos, lo que puede llevar a reaccionar a los exmonopolios para no perder competitividad. Probablemente France Télécom y Telefónica sean las que más necesidad tengan de mover ahora ficha. Por un lado, France Télécom considera la expansión internacional como una de las prioridades estratégicas. El operador francés quiere participar en la ola de fusiones y compras en el mercado internacional y así lo ha demostrado dando un primer paso con la adquisición de Global One. Además, tras perder E-Plus, el grupo sigue teniendo suficiente capacidad financiera y podría realizar en breve su próximo movimiento. Tal vez sea la adquisición de Orange, uno de los grandes operadores de telefonía móvil en el Reino Unido, del cual tendrá que desprenderse ahora Vodafone-Mannesmann.
Por su parte, los ejecutivos de Telefónica han señalado en reiteradas ocasiones la intención de la compañía de estar entre los cinco más grandes del mundo. Su estratégica y significativa posición en Latinoamérica -Brasil incluido- le permite pensar y trabajar seriamente en ese objetivo. El Consejo de Administración anunció en diciembre que una de las claves de la gestión en el 2000 será concretar la vocación europea de Telefónica y ello podría venir por varias vías. En primer lugar, gracias a un crecimiento orgánico a través del trabajo, serio y riguroso que se viene realizando desde Telefónica Intercontinental, consistente en la adquisición de nuevos entrantes en los respectivos mercados (es el caso de European Telecom en Austria). También la filial Telefónica Intercontinental es responsable de participar en los distintos concursos que casi simultáneamente se están convocando en Europa para otorgar nuevas licencias de la tercera generación de telefonía móvil. Ésta sería la segunda vía. Ganar una de esas licencias, que también se han convocado en España -aquí Telefónica ha acudido al concurso a través de Telefónica Móviles-, supondría una enorme oportunidad de entrar en su mercado, pues en este nuevo negocio convergen las dos realidades más florecientes del "hipersector de las telecomunicaciones": telefonía móvil e Internet.
La tercera posibilidad, la que daría a Telefónica de una vez el tamaño y la presencia -europea e internacional- que ambiciona, sería la fusión. Telefónica ha caminado en esa dirección en varias ocasiones, todas ellas sin éxito. La necesidad de no quedarse como una compañía de segundo nivel ante el avance -casi siempre por fusiones o adquisiciones- y de evitar envites como los de una OPA hostil hacen aconsejable un paso como ése. Los más de 16,6 billones de pesetas que Telefónica vale hoy en Bolsa conforman un precio que a pesar de su abultada apariencia es asequible para varios grupos multinacionales del sector. Abortada -por falta de entendimiento en el reparto de los puestos ejecutivos de lo que podría haber sido la compañía resultante- la fusión con British Telecom, a Telefónica no le quedan demasiadas opciones atractivas en Europa. Todas las miradas apuntan a France Télécom. Además, una operación en este sentido no sorprendería a nadie después de saberse que han existido contactos entre ambas operadoras y que France Télécom ya ha sondeado al Gobierno español para conocer su reacción ante una hipotética fusión. Telefónica, al unirse con France Télécom, ganaría tamaño y dejaría de ser presa fácil de operadores agresivos. Además, su presencia en Europa se incrementaría y tendría acceso a mercados como el asiático y africano. Pero lo más importante para Telefónica sería que con France Télécom se convertiría en el operador líder indiscutible en Iberoamérica, completando su operación en Argentina y resolviendo una de sus asignaturas pendientes en aquel territorio: la presencia en México. France Télécom es uno de los accionistas de referencia de Telmex, el principal operador telefónico del país azteca. Para France Télécom, Telefónica, por su fuerte posición tanto en telefonía fija como móvil en el sur de Europa, sería el socio que necesita para crecer con solidez, contribuiría a facilitar su consolidación en Iberoamérica, mercado natural de Telefónica, y reforzaría su presencia en Internet.
Las sinergias entre ambas compañías son innumerables, la unión de culturas latinas podría ayudar a conseguir resultados en un tiempo récord. Ambas persiguen un mismo objetivo: consolidarse como un operador líder en telecomunicaciones que ofrece servicios en todo el globo. Otro de los factores de éxito de esta posible fusión sería la semajanza de tamaño entre ambas operadoras (France Télécom tiene un mayor valor en Bolsa), lo que favorece que tanto la opinión pública como los gobiernos vean con buenos ojos una unión de esta magnitud. Más aún, la participación del Estado francés en France Télécom es vista por algunos analistas como una ventaja, dada la capacidad de negociación de ambos Gobiernos. En consecuencia, resultaría fácilmente alcanzable lo que todos ven como requisito innegociable: una fusión entre iguales.
No obstante, parece que una operación de tal envergadura no será tan inminente como se podría pensar. La cercanía de las elecciones hace prever que el Gobierno ha puesto trabas a cualquier operación que se lleve a cabo antes del 12 de marzo. Así, pues, cabe esperar que los próximos movimientos en España se produzcan pasadas las elecciones.
En un escenario de realidades cambiantes y donde todos coinciden en señalar la inminencia de importantes movimientos de consolidación, es difícil precisar cuál será a largo plazo el futuro de las telecomunicaciones españolas. En todo caso Telefónica está llamada a jugar un papel decisivo. Tanto por el llamado capitalismo popular -millones de españoles poseen acciones de Telefónica- como por su cuota de mercado -aunque pueda descender en el futuro por la llegada de nuevos competidores, será siempre significativa-, lo que Telefónica consiga hacer en la dirección anunciada no sólo irá en beneficio de sus accionistas, sino de todos los españoles.
La fusión es un paso en la adecuada dirección. Lo confirma el hecho de que la nueva divulgación de conversaciones en esa dirección ha provocado saltos inmediatos y significativos en la cotización bursátil de la acción de Telefónica, una de las que mejor recorrido ha tenido en la reciente historia de los mercados de valores.
Javier Cremades es abogado y secretario general de la Asociación Española de Derecho de las Telecomunicaciones.
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