En compañía del runrún
El Majaceite es un río y a la vez un túnel verde y penetrable. Hijo de la sierra del Pinar, cerrado sobre sí mismo y abierto a todos los públicos. Su fácil acceso y las escasas dificultades del camino ofrecen a todo tipo de senderistas, incluidos pequeños, un grato paseo por la flora, la fauna y la historia del Parque Natural de Grazalema.Son cinco kilómetros de recorrido, aun menos severo si se practica desde Benamahoma a El Bosque. Aunque en invierno la humedad provoca algún resbalón en el suelo calizo, cualquier época del año es buena para recorrer la ribera. En verano, el abrigo del bosque de galería refresca, pero está muy frecuentado durante los fines de semana al ser una de las propuestas clásicas del parque. Justo al comenzar el ascenso hacia Benamahoma, existe una explanada para dejar el vehículo.
Como si los chopos, las adelfas, las zarzas, los sauces y los rosales se conjuraran para abrigar al río, esconderlo y ensombrecerlo, el camino se inicia sumergiendo al visitante en un bosque de galería que protege los márgenes y conserva el suelo. Los helechos, apelmazados, protegen el acceso al agua. Alejándose del río, el camino está jalonado por huertos y frutales.
El itinerario aclara brevemente al llegar a un pequeño prado, un respiro soleado que permite ver sauces. Antes de retomar el recorrido del agua, se atraviesa sin muchas dificultades una concentración rocosa de poca altura, denominado por senderistas rompebotas. De inmediato, el camino se cierra de nuevo. Reaparecen con regularidad y abundancia árboles y arbustos que escoltan el río, cuya agua corre fría y clara, y se bate como espuma en pequeños saltos. Barbos, truchas, culebras de agua y, con mucha suerte, nutrias, se ofrecen a la mirada. El Majaceite se desliza, en ese tramo, entre las sierras del Labradillo (1.109 metros) y de Albarracín (977).
Pequeñas presas remansan el agua junto a vestigios de batanes -máquinas hidráulicas que se usaban para apelmazar e impermeabilizar los paños mediante palas golpeadoras de madera-, que son testigos de la importante actividad artesanal que se ha desarrollado en la zona. Las mantas de lana de Grazalema gozan de un prestigio, cimentado en una labor continuada durante lustros.
El río, que proporcionaba la fuerza motriz al artefacto, era también imprescindible para la energía limpia que se producía en La fábrica de la luz, una antigua instalación que funcionó hasta 1963, localizada ya al término del recorrido, llegando a El Bosque. La fábrica captaba el agua río arriba, en zonas próximas a los batanes. Mediante un canal ganado a la tierra en la falda de la Sierra del Labradillo, se transportaba hasta un embalse de pequeñas dimensiones desde el que se despeñaba verticalmente para provocar el salto que producía electricidad.
Antes de alcanzar esta zona se atraviesa el tramo más dificultoso, después de pasar un puente de hierro y hormigón: un estrecho camino excavado en la roca a tres metros de altura sobre el río. El camino continúa adherido al umbrío bosque, hasta que se abre la vega con sus contrastes: un bosque mediterráneo de acebuches, quejigos y algarrobos. En el transcurso del río, donde es posible oír el canto del ruiseñor bastardo, ver carboneros, herrerillos o algún martín pescador, quedan dos molinos, uno convertido en albergue juvenil. El recorrido finaliza en El Bosque. A esa altura, los huertos fértiles se han adueñado del paisaje. Desde el pueblo se puede acceder al jardín botánico, al igual que en Benamahoma es posible visitar el Museo del Agua, protagonista sonora del paseo. El Majaceite recibirá el agua procedente del Guadiaro cuando el trasvase sea efectivo. Hasta que eso ocurra, su camino continúa más allá de esta población. La vista lo pierde, pero no el oído: permanece su runrún.
Datos de interés
A El Bosque se llega desde la carretera comarcal 344, procedente de Arcos de la Frontera. Se continúa la vía hasta Benamahoma, justo a 100 kilómetros de Cádiz. Información: 956 72 70 29.
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