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"¡Ay, he perdido a Javier!"

Lunes. 21.00 horas. Salón Mare Nostrum del hotel Juan Carlos I de Barcelona. Setecientos cincuenta y cinco comensales a 8.200 pesetas el cubierto. Homenajeado: Xavier Trias i Vidal de Llobatera, ex consejero de Presidencia y cabeza de cartel de Convergència i Unió (CiU) en las elecciones generales. Asistentes: una genuina representación de la sociedad civil catalana, o sea, presidentes de empresas y de cajas de ahorro, ejecutivos, dirigentes de CiU, directores de hospital, altos cargos de la Generalitat y consejeros del Gobierno catalán, además de los máximos responsables de TV-3 y Catalunya Ràdio. Presidieron la cena el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y el ministro de Sanidad, José Manuel Romay.Diecinueve años al servicio de la Generalitat y un próximo peregrinaje de cuatro años a Madrid bien valen un homenaje. Así lo creyeron los amigos de Trias (Isidre Fainé, Antoni Negre y José Manuel Basáñez, entre otros) que consiguieron congregar a casi 800 personas en este acto de despedida. La escenografía y la estética de los comensales daba pie a la confusión, pero Trias se encargó de despejar cualquier duda sobre el motivo y alcance de la cena: "¿Un lobby económico? No, son mis amigos".

Entre los amigos de Trias se impuso el traje oscuro y las corbatas rojas y azules. Entre las amigas, el abrigo de pieles, el vestido negro, las joyas y los perfumes. Los amigos respondieron raudos al homenaje, pero casi nadie participó del acto, salvo a la hora de aplaudir. Un grupo a capella tuvo que entonar en solitario el tema Si em dius adéu, de Lluís Llach, a pesar de sus innegables esfuerzos para que el público coreara la canción, aunque sólo fuera el estribillo.

Aunque el acto se organizó como agradecimiento a Trias por sus años como consejero, nadie pudo obviar, ni en los discursos ni en los corrillos de pasillo, su próximo destino en el Congreso de los Diputados. El propio ex consejero reconoció que su hija Pilar era la más entusiasta por esta marcha a Madrid. Pujol intentó animarlo: "He sentido pena por tu cese. Abandonas un paisaje conocido y descubrirás otro nuevo. Pero tranquilo, te saldrá bien, porque tú te mereces que salga bien".

El mismo optimismo intentó transmitir un emocionado Trias a sus amigos. "Creo que me irá bien, hay gente que cree y confía en mí porque soy un político atípico". Y a continuación lanzó un aviso para navegantes: "Soy un político atípico porque hay cosas que no puedo hacer, que no sé hacer y que nunca haré". Pero el candidato no especificó los actos que, por execrables, ni siquiera se atrevió a nombrar.

Trias había escuchado a Pujol y Basáñez deshacerse en elogios hacia su persona. El presidente describió un hipotético futuro en el que a los políticos se les reconocerá su valía, su servicio altruista al país. Y cuando ello suceda, Pujol dijo que Trias estará entre los primeros. Y Basáñez le agradeció que siempre tuviera la puerta del despacho abierta para sus amigos, comentario que al presidente no le debió de gustar mucho. "Cuando alguien viene a tu despacho siempre te dice que des prioridades, y dar prioridades significa que pongas su asunto por delante del resto".

Todo resultó muy nacionalista, menos las salsas (al vinagre de Módena y al Madeira) y el idioma. En buena parte de las mesas dominaba el castellano. La misma esposa de Trias, Puri Arraut, buscando a su marido exclamó: "¡Ay, he perdido a Javier!". Fue cuando el público entró en el salón Mare Nostrum para instalarse en el comedor.

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