Renace una leyenda
El parque del Retiro recrea una fábula que apunta a la existencia de un tesoro oculto
El parque del Retiro sigue generando quimeras que, de pronto, rebrotan y asaltan al visitante con preguntas sin respuesta cabal. En esta ocasión se trata de la leyenda de un tesoro enterrado durante el fastuoso mandato del monarca Felipe IV de Austria, mediado el siglo XVII. El algún lugar del parque, dice el antiguo relato, se ocultaría una fortuna en metales preciosos y gemas de brillo deslumbrante, que de centuria en centuria cambiaría de sitio. La última conjetura expresa un pensamiento teñido de deseo: asegura que aquel destellante caudal de oro, plata y pedrería se halla a la espera de quien lo descubra en un lugar raro situado junto al gran estanque.Si el paseante se sitúa en cualquier punto de los 203 metros de barandilla de hierro con pilastras de piedra caliza que jalonan por el oeste el estanque en la orilla opuesta a la del mausoleo de Alfonso XII, a su derecha contemplará dos quioscos reconstruidos.
En medio de ambos hallará una construcción extraña. Es de planta rectangular, con catorce pasos de longitud por diez de anchura y de unos cuatro metros de altura. Ladrillo y piedra berroqueña forman sus paramentos. En sus flancos tuvo en su día dos norias, hoy inexistentes.
Si el curioso se coloca de espaldas al estanque, frente a él se conjugan tres figuras sobre una fachada de techado triangular inclinada. A ambos lados y a cierta altura, dos esfinges, con cuerpos de león y cabezas humanas de orejas prominentes, custodian una hornacina con la efigie de un dios o diosa de Egipto. En granito rosáceo, se halla dividido en dos. Arriba, su orgullosa cabeza y su rostro, que expresa impasibilidad y aplomo. Abajo, a la altura del pecho, una gran vasija rayada, oblonga y cónica, remata la misteriosa efigie. Todo compone la denominada Fuente Egipcia, también conocida como el Canopo, la Tripona y otros títulos semejantes. Fue edificada a primeros del siglo XIX por el arquitecto real Isidro González Velázquez.
Al decir de la experta Carmen Ariza, se trató de un capricho de Fernando VII, inspirado por las excursiones de Napoleón I por tierras del Nilo, de cuyas riberas se hizo traer esfinges, columnas inscritas, papiros y otros vestigios de aquella civilización.
González Velázquez proyectó una columna para el centro del estanque, de más de treinta metros de altura, que nunca levantó. Sí lo fue, en cambio, la columna que remataba la fuente egipcia, con una estatua de Osiris sobre su capitel. La columna muestra hoy aserrado su fuste.
De la fuente no mana agua desde hace dos años, pese a que la vasija fue desmontada y reparada la erosión del conjunto hace más de un lustro. La leyenda dice hoy que la vasija esconde el tesoro perdido. "De Felipe IV a Fernando VII mediaron 200 años. Es falso", dice un responsable del Ayuntamiento de Madrid. Empero, el silencioso hieratismo de las esfinges invita a fabular nuevas y fantasiosas quimeras.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.