Parece ser que
la República Francesa ha aprobado un proyecto de ley que asegura la paridad absoluta entre mujeres y hombres en las listas electorales, y que además, castigará económicamente a los que incumplan dicha paridad. Rápidamente, en España, las voces femeninas se hicieron oír en los programas matutinos de radio. Rápidamente reclamaban lo mismo para nuestro país.La discriminación positiva es discriminación, por muy positiva que sea. Quienes luchan contra ella desde diferentes formas: escuelas, institutos, ONG, vida política, empresas privadas, etcétera, no pueden defenderla en ninguna de sus formas, sólo porque tenga el aspecto engañoso de la igualdad y de la verdadera libertad. ¿Por qué deben tener unas cuotas las mujeres? ¿Qué ocurre si en un partido no hay las suficientes mujeres capacitadas para los cargos?
Sé que algunas feministas piensan que la discriminación positiva es necesaria como forma de lucha contra la discriminación negativa. Como que no hay igualdad real en la sociedad, entonces debemos discriminar las leyes hacia aquellos grupos que quedan desprotegidos, en este caso las mujeres. Pero ¿qué ocurre con otros grupos también discriminados, incluso de forma mayor que el de las mujeres? Siguiendo la misma lógica de las feministas deberíamos crear una cuota para gitanos, negros, magrebíes, homosexuales, cuya discriminación parece que se nos olvida por el hecho de que o son pocos, o no se les ve mucho. Claro que si hay alguien discriminado de verdad en este mundo nuestro son los pobres; por tanto, hagamos una cuota de pobres. El 5% de nuestros ministros o ministras debe ser pobre, y por supuesto, su sueldo debe ser bajo, porque en caso contrario pierde su derecho a la cuota.
Lo más evidente de todo ello no radica en el ridículo que supone, ni en la dificultad que impone, sino en la pérdida de los valores universales que la democracia pretende defender. El primero, por supuesto, el de la igualdad. Si la queremos, luchemos por ella, pero no impongamos una desigualdad para compensar, o siempre estaremos pagando los intereses de la com-
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pensación.- .
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