"La izquierda teme que seamos un modelo para Europa"
La entrada de la extrema derecha austriaca en el Gobierno de Viena en coalición con el Partido Popular (ÖVP) ha destapado la caja de los truenos. En medio de la algarabía internacional, el líder del Partido Liberal austriaco (FPÖ), el populista Jörg Haider, intenta vender una imagen menos radical que la que le llevó a obtener el respaldo de casi un tercio del electorado en las legislativas del pasado octubre.Pregunta. ¿Qué sintió la semana pasada al figurar como convidado de piedra en la conferencia de Estocolmo sobre el holocausto?
Respuesta. No estoy seguro de que allí estuviera de verdad como convidado de piedra. Allí había sobre todo socialistas, y no hay ninguna razón para que lancen críticas desde ese ámbito.
P. No sólo los socialistas ven en usted el "polo opuesto a los valores humanistas de toda sociedad democrática"; también el presidente conservador de Francia, Jacques Chirac, se ha declarado "preocupado" por su ascenso.
R. Chirac ni siquiera se ha manifestado en público. Es tan prudente que ha telefoneado al presidente federal.
P. La legión internacional de sus adversarios es poderosa. ¿No le preocupa esto?
R. Uno no puede vivir en armonía absoluta con todo el mundo. Se cultivan prejuicios en contra de nosotros.
P. ¿Viajaría a Israel para enfrentarse a prejuicios de este tipo?
R. Llevamos planeando eso desde hace bastante tiempo. Creo que es necesario enfrentarse a quienes nos critican, en especial allí. Sencillamente, no nos conocen.
P. También el célebre [Wölfgang] Schüssel, que como líder del ÖVP quiere convertirse en canciller de Austria con su apoyo, tuvo dificultad para explicarle al Consejo de Europa que va a sellar una alianza con un socio xenófobo.
R. Sólo hubiera tenido que decir que la FPÖ también era aceptable como potencial socio de un Gobierno minoritario socialista. Es un secreto a voces que los socialistas nos han ofrecido un acuerdo parlamentario. Es hipócrita que ahora pongan el grito en el cielo quienes querían colaborar con nosotros.
P. Aunque provoca la indignación de la mayoría de los europeos, tiene un par de amigos que hablan cordialmente de usted: el ultraderechista francés [Jean-Marie] Le Pen y la nieta del Duce, Alessandra Mussolini...
R. ...las avispas no siempre roen las peores frutas.
P. Usted siempre explica el clamor de indignación por los malentendidos, la calumnia y la demonización. ¿Aún hay quien crea eso?
R. Se nos ha demonizado durante años. Lo que hay que tener en cuenta es que los electores perciben las cosas de forma diferente, porque somos una fuerza constructiva. Todos han dicho muchas cosas negativas sobre mí, pero a pesar de todo he llegado muy arriba. El clamor internacional era de esperar, pero en unas cuantas semanas se habrá apagado.
P. ¿No ve el peligro de que Austria, si usted maneja los hilos de la política, vuelva a caer en una cuarentena diplomática internacional, como ocurrió con el presidente [Kurt] Waldheim?
R. No sé por qué tendría que ser así. Es cierto que, por ejemplo, altos funcionarios de la comunidad judía de Viena intentan crear un estado de opinión contrario a nosotros en el Departamento de Estado de Washington. Pero nos hemos ofrecido a discutir allí, y la secretaria de Estado [Madeleine] Albright ve ahora las cosas de forma completamente distinta. Donde se nos conoce, entre los que obran de buena fe, no quedan prejuicios contra nosotros.
P. Si usted tuviera responsabilidades de gobierno, ¿consideraría semejantes críticas una injerencia en los asuntos internos de su país?
R. Eso es algo que resolverán los austriacos por mí. Los actos de agresión de carácter retórico fomentan aún más la solidaridad entre nosotros.
P. El canciller alemán [Gerhard] Schröder está visiblemente molesto con el hecho de que usted no se haya distanciado inequívocamente de Hitler.
R. Schröder no tiene ni idea de qué es lo que yo digo; tampoco yo sé todo lo que pueda decir Schröder a lo largo del día.
P. Lo que es cierto es que una y otra vez aparecen declaraciones suyas que tratan de subrayar los aspectos positivos del periodo nazi, como la "adecuada política de empleo del III Reich" o la "decencia" de miembros de las SS.
R. Hace unos meses, en un discurso bastante inequívoco, dejé las cosas claras. Pero por si no se me ha interpretado bien, trazo una línea de separación inequívoca: no tengo ninguna simpatía, ni hago ninguna valoración positiva...
P. ¿Se refiere al periodo nazi?
R. ...He trazado una línea clara de separación, y eso es algo de lo que se debe tomar nota de una vez. Pero tampoco me voy a pasar la vida con un cilicio. Soy hijo de la posguerra, he crecido en una democracia y nunca he hecho otra cosa que colaborar en este Estado democrático. ¿Por qué tengo que arrastrar semejantes problemas del pasado?
P. Se ve que, como otros populistas, ha emprendido el camino de la purificación; también el líder de la CSU bávara [Edmund] Stoiber habló en cierta ocasión de una sociedad "racial", lo que lamenta hoy.
R. Jamás he dicho una tontería semejante.
P. ¿Es posible que tenga que abandonar al futuro canciller, Schüssel, que según las informaciones de la prensa está implicado en el escándalo de la financiación de la CDU alemana?
R. Yo parto de que se trata de un asunto claro y de que Schüssel no está implicado en absoluto.
P. De no ser así, sería un mal comienzo.
R. En ese caso, posiblemente tendría que reflexionar sobre si no debería ser yo mismo canciller.
P. ¿Qué puede esperar Austria de un cambio encabezado por usted?
R. Reformas estructurales en el ámbito de las pensiones y la seguridad social, por ejemplo. No puede ser que el ciudadano de a pie tenga que soportar todo el peso. Además, tenemos que conseguir una Administración menos onerosa, cosa que lograremos con un acuerdo con nuestro socio de coalición: en este periodo tenemos que conseguir una reducción fiscal, aspiramos a una reforma fiscal con unos módulos impositivos unitarios más bajos. Es preciso poner límites a las cláusulas de excepción, crear una Administración menos gravosa. Nuestra burocracia prolifera todavía más que la alemana.
P. Ha incluido a su programa una especie de componente proletario y, sin duda, no es partidario del capitalismo de rapiña. ¿Cómo pretende incorporar esas ideas a la coalición de Gobierno?
R. En esta coalición desempeñaremos la función de conciencia social, de eso no cabe duda. Por eso hemos dicho desde el principio que con nosotros no habrá una subida de impuestos que afecte únicamente al ciudadano de a pie. Eso no va a pasar con nosotros.
P. ¿Qué replica a quienes aseguran que Haider quedará domesticado cuando se le incorpore a las responsabilidades de gobierno y que quizá pierda también su capacidad de fascinación?
R. Ésa es la esperanza que algunos tienen. Que vivan con ella.
P. ¿Cómo ha entrado en el juego de las coaliciones?
R. El SPÖ fue muy lento. Hay mucha gente que dice que es incomprensible que Klima, el presidente del partido, no lo entendiera. Estoy convencido de que, en realidad, lo que quería Schüssel era una reedición de la gran coalición.
P. ¿Quiere una emigración cero?
R. Una emigración cero, claro que sí. Los franceses han establecido dos veces, incluso bajo el presidente socialista [François] Mitterrand, una prohibición a la emigración. Por otro lado, creo que nuestra política de asilo nos ha ahorrado lo que ha ocurrido en Alemania. En Austria no ha ardido ningún centro de acogida de refugiados. En nuestro país no ha habido víctimas mortales.
P. ¿Qué enseñanzas saca del período nazi?
R. Creo que los jóvenes lo único que podemos decir es: no tenemos ninguna responsabilidad colectiva. Rechazo esa responsabilidad. Pero sí es algo que pesa sobre la memoria. Es decir, tenemos que tener claro que a partir de una situación democrática puede desarrollarse muy rápidamente un régimen autoritario, quizá incluso un régimen totalitario.
P. El programa de su coalición recoge el pago de indemnizaciones a los condenados a trabajos forzados durante el periodo nazi. ¿En contra de su voluntad?
R. En cosas como ésa dejamos claro que toda esa cháchara estúpida sobre la FPÖ no tiene ninguna base. Reconocemos que es necesario rectificar determinadas cosas. Y lo haremos. Igual que en Alemania, también en nuestro país habrá un comisionado del Gobierno que coordine la actuación del sector privado y las instituciones del Estado. Además, es mi deseo que entablemos conversaciones y negociaciones con aquellos países que, después de la guerra, retuvieron a austriacos como prisioneros de guerra y los condenaron a trabajos forzados.
P. ¿Pretende exigir indemnizaciones para ellos?
R. No entiendo por qué tenemos que reconocer por un lado que hay que pagar indemnizaciones por el trabajo forzado y, por otro, no exigirlas para los austriacos.
P. ¿No tendrá eso algo que ver con la cuestión de la responsabilidad de la guerra?
R. Para mí no tiene nada que ver con la responsabilidad de la guerra, porque la guerra ya había acabado y, al fin y al cabo, existe un derecho internacional.
P. ¿Qué ocurrirá si su socio de coalición, Schüssel, no puede mantenerse como canciller? ¿Oiremos entonces cómo se clama por el canciller Haider?
R. No, creo que esta coalición, cuando se forme, trabajará bien durante cuatro años.
P. ¿Cómo será el Gobierno?
R. Queremos el Ministerio de Finanzas. El Ministerio de Finanzas es el contrapeso de un canciller.
P. ¿Qué les diría a los alemanes que tienen miedo a un giro a la derecha y que ven en usted al gran seductor?
R. Verdaderamente, sería trágico que los liberales no aportaran un perfil de derechas a un Gobierno en el que participan. Yo no defiendo ni mucho menos una política de izquierdas para Austria. El perfil razonable de una coalición de centroderecha podría ser un modelo para muchos países de Europa. Eso es lo que más teme en realidad la izquierda: que funcione un modelo semejante.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.