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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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¿Gigantes o molinos?

El domingo pasado José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, actual portavoz de EH en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco, considerado miembro destacado de la dirección de ETA durante sus años más sanguinarios -masacre de Hipercor, asesinato de Yoyes-, fue homenajeado en su pueblo, Miraballes (Vizcaya) en un acto público en el que dos encapuchados le entregaron una talla con el anagrama de ETA, se corearon gritos de "ETA mátalos", y se quemaron banderas españolas.Los hechos sucedieron al tiempo que, en Madrid, un millón de personas se manifestaban en la calle contra la organización terrorista, tras el asesinato del teniente coronel del Ejército Pedro Antonio Blanco.

Los lectores del periódico tuvieron amplia información de la protesta, pero sólo los más atentos pudieron saber algo del homenaje a Josu Ternera.

En menos de media columna de la sección de España, con un titular dedicado a la intervención en el homenaje de Joseba Permach, dirigente de HB, el periódico despachó el asunto de este modo: "Dirigentes y simpatizantes de EH participaron en un homenaje al parlamentario y ex dirigente de ETA José Antonio Urrrutikoetxea, Josu Ternera, quien la semana pasada quedó libre".

Ni siquiera en el párrafo anterior, dedicado a las declaraciones de Permach, se indicaba dónde había hablado, no había mención al número de asistentes -varios centenares- ni a nada de lo que allí ocurrió.

Y ocurrieron cosas suficientes como para que el fiscal general del Estado ordenase abrir una investigación.

El martes, el periódico ofreció una información más amplia de la iniciativa del fiscal que del acto que la provocaba y, en esta segunda noticia, los lectores pudieron tener algunos datos de lo ocurrido en Miraballes. El miércoles volvió a informarse de la actuación del fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, según el cual aquel homenaje pudo constituir un delito de provocación al homicidio.

Es antiguo el debate sobre el tratamiento periodístico del terrorismo y sus alrededores.

Antiguo e irresoluto. La profesión periodística siente una irrefrenable inclinación por mantener debates intermitentes, sin llegar, casi, a más conclusión que la que cada medio adopta ante el caso concreto, con lo que revive la polémica y vuelta a empezar.

Pero no es éste el caso. Los periódicos españoles decidieron hace tiempo no ocultar nada relacionado con el terrorismo.

Podría haberse adoptado la tesis contraria: no ofrecer una sola línea de información referida a este fenómeno. Algo que, en opinión de algunos, hubiese supuesto un serio obstáculo para las pretensiones de ETA. Se optó por algo muy distinto. Se entendió que una sociedad democrática debe afrontar los retos y los riesgos de una información exhaustiva.

En esta ocasión no se actuó por una decisión profesional, que puede ser legítima: minimizar una noticia que el mundo terrorista lanza con fines puramente propagandísticos.

Carlos Castro, responsable de la sección de España, admite que, entre la cascada de acontecimientos del pasado domingo, el asunto del homenaje le pasó casi inadvertido y se limitó a recoger el aspecto político de las declaraciones de Permach.

Lo cierto es que allí ocurrieron cosas muy graves que adquirían mayor significación por contraste con la protesta masiva y por la personalidad de Josu Ternera. Tan cualificada como para que el periódico le dedicase casi una página, el mismo domingo, tras ser excarcelado.

Las agencias pasaron fotografías del acto de homenaje y las televisiones ofrecieron imágenes. Duras, sin duda. No porque retratasen ninguna atrocidad, sino porque rebotaban el espectáculo de una inquietante degradación moral.

El jueves pasado, en la apertura del curso de periodismo de la Universidad Autónoma de Madrid-EL PAÍS, el presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz-Gallardón, formuló unas muy valiosas reflexiones éticas.

Al hilo de una cita de Thomas Mann sobre El Quijote y el capítulo de los molinos de viento que al Caballero se le figuraban gigantes, advirtió a los alumnos: "Lo más importante es que, al final, los ciudadanos pensarán que son gigantes o son molinos, en función del relato que vosotros hagáis de la historia".

Tomada la decisión de informar sobre la dura realidad cotidiana del País Vasco, hay que extremar el cuidado en relatar todo lo relevante y que el lector pueda decidir si aquello son gigantes que imaginar, o molinos con aspas que temer.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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