Gore y Bush pugnan por siete millones de votos hispanos
La conquista del electorado latino, decisiva en la campaña presidencial de EE UU
La simpatía de George Bush y una masiva campaña de publicidad en radio y televisión son los elementos con los que los republicanos intentan en las elecciones presidenciales de EE UU romper la idea de que los demócratas tienen garantizado el voto hispano. Al Gore y los demócratas replican que los temas que preocupan a los latinos son los clásicos de su agenda: la educación, la salud pública y la igualdad de oportunidades. Es la batalla que libran ambos candidatos, codo con codo, por la conquista de siete millones de votos.
Bush, que habla en castellano con los hispanos y cuya página web electoral es bilingüe, se precia estos días de ser el primer candidato presidencial que difunde mensajes televisivos en la lengua de Cervantes en unas primarias estadounidenses. Ya ha comenzado a hacerlo en Arizona, donde lo tiene muy difícil frente a su correligionario John McCain, hijo de ese Estado. "Es un nuevo día. Hay un nuevo líder. Positivo. Integrador", dice el lema de esta campaña del gobernador de Tejas.Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo sobre si Bush tiene o no razón al reivindicar esta novedad, coinciden en recordar que la primera persona que usó electoralmente el castellano en unas elecciones presidenciales estadounidenses fue Jacqueline Kennedy, cuando apoyó la candidatura de su esposo en 1960. Pero lo cierto es que lo de Jacqueline Kennedy fue anecdótico, porque hace cuatro décadas los hispanos eran una minoría marginal en la escena política estadounidense. Ahora son una fuerza respetada por progresistas y conservadores. El punto de inflexión fue su fortaleza en las presidenciales de 1996, cuando acudieron a las urnas cinco millones de hispanos, un 5% del voto expresado. Cuatro años antes sólo habían representado el 3%.
Los hispanos de EE UU, que ya son 31 millones y en el 2050 serán la primera minoría del país, con 98 millones, dieron en 1996 un masivo apoyo a Clinton, que cosechó el 72% de sus sufragios, frente al 21% de Dole. El voto hispano tuvo un peso específico en los Estados de Nueva York, California, Florida, Arizona, Nuevo México, Tejas, New Jersey e Illinois.
Este año, según los últimos datos de la Oficina del Censo de EEUU, ya hay siete millones de hispanos adultos registrados oficialmente en los colegios electorales. Lo malo para los republicanos es que, según Carmen Jorge, analista política del Consejo Nacional La Raza, este deseo de participar activamente en los comicios tiene su origen en el miedo que despertaron las propuestas republicanas de los primeros años noventa. Propuestas como la imposición del inglés como lengua oficial de EE UU, el endurecimiento de la lucha contra la inmigración clandestina y el recorte de los beneficios sociales de inmigrantes legales o ilegales.
Leslie Sánchez, asesora del Comité Nacional Republicano, es muy consciente de que el partido del elefante debe hacer un esfuerzo particular para mejorar su imagen entre las comunidades latinas. "Estas elecciones", dice, "son las primeras en la historia de EE UU en que el voto hispano es disputado de modo agresivo a escala nacional".
Los republicanos, según Sánchez, comparten con los hispanos tres preocupaciones: la mejora de la educación pública, la concesión de facilidades para el bienestar económico a través de la creación de pequeños negocios y el deseo de reducir los impuestos. "Frente a eso", dice la asesora republicana en declaraciones a este periódico, "los demócratas ofrecen dependencia. Ven a los hispanos como una minoría pobre que debe ser protegida paternalmente. Pero los hispanos no vinimos a EE UU a seguir siendo pobres, vinimos para escapar de la opresión y buscar prosperidad".
Sánchez es el cerebro de la campaña publicitaria puesta en marcha esta semana por el Comité Nacional Republicano. Se trata de gastarse 10 millones de dólares en cuñas radiofónicas y anuncios televisivos difundidas en Nueva York, Florida, California y otros Estados de fuerte población hispana. "La comunidad hispana no es monolítica y está dividida por sus orígenes puertorriqueños, cubanos, mexicanos, centroamericanos u otros, pero tiene preocupaciones comunes y sobre todo utiliza en todo EE UU el mismo español", dice Sánchez.
En esos anuncios se afirma que los conservadores y los hispanos están de acuerdo en defender la familia, el patriotismo, el Ejército y la escuela. En uno de ellos, un padre rodeado por todos los suyos dice: "Soy republicano porque mis valores familiares son los del Partido Republicano".
Pero el principal argumento republicano en estas elecciones es Bush. "El gobernador Bush", dice Sánchez, "lleva 25 años trabajando y conviviendo con los hispanos. Él era el que le hacía la campaña a su padre (el ex presidente George Bush) en los barrios de EE UU. Como tejano, lleva la cultura mexicano-americana en la sangre".
Este atractivo de Bush para los latinos es lo que hace que, en todas las encuestas, se sitúe muy poco por debajo del demócrata Gore en las intenciones de voto de los latinos en caso de que sean estos dos políticos los que libren la batalla final por la Casa Blanca del próximo noviembre. Cecilia Muñoz, del Consejo Nacional La Raza, le reconoce al gobernador de Tejas "el mérito de ser el primer gran líder republicano que no hace campaña arrojando basura sobre los inmigrantes".
Gore, que chapurrea algo de castellano y también tiene una página web electoral en esta lengua, apuesta en su lucha por el voto latino a favor del agradecimiento de esta comunidad. "Los hispanos no se van a dejar engañar por alguien que habla su idioma y posa con ellos en las fotos", dice, en alusión a Bush, Lina García, del Comité Nacional Demócrata. "Los hispanos van a repasar el historial de unos y otros y está claro que el vicepresidente Gore y el Partido Demócrata siempre han estado a su favor".
Lina García también es consciente de la diversidad del mundo latino estadounidense, pero como su colega republicana Sánchez, está convencida de que puede hablarse de una sola comunidad. "Los hispanos", dice, "tienen desde California a New Jersey, y sean de raíz puertorriqueña o mexicana, unas prioridades compartidas: la mejora de la educación pública, la extensión de la asistencia médica y sanitaria, la defensa del bilingüismo o la subida del salario mínimo".Esos temas son, en efecto, característicos de la agenda política demócrata. "Gore", prosigue García, "no sólo tiene un impresionante historial en defensa de los hispanos como congresista y vicepresidente, sino que presenta en estas elecciones propuestas que les interesan mucho, como la creación de instrumentos para facilitar el acceso a la universidad y la paulatina generalización de la cobertura sanitaria".
Un reciente estudio publicado en Los Angeles Times por Carlos García, presidente de un centro de investigación sociológica de California, confirma que existen unas ideas que unifican al mundo latino estadounidense. "Los hispanos", afirma García, "creen que el acceso a una asistencia médica de calidad es un derecho humano y no comprenden cómo el rico y poderoso EE UU está en esta materia en desventaja frente a países tercermundistas". Y lo mismo piensan de la educación pública y de servicios colectivos como las carreteras o los transportes colectivos.
Nacidos al norte del río Grande o llegados recientemente, los hispanos también sostienen mayoritariamente el derecho a un salario justo, creen en la movilidad social y el principio de la meritocracia, son devotos de la familia y estiman que el sistema impositivo debe ser progresivo y destinado a corregir los desequilibrios sociales. Estos elementos, subrayados por García, los hacen en principio más proclives a votar demócrata.
Pero el Partido Republicano ha comprendido que no puede regalar a sus rivales un segmento del electorado que fue decisivo en la elección, en 1998, del demócrata Gray Davis como gobernador de California. Intenta recuperar la simpatía de la que, utilizando la religión, la familia y el patriotismo, disfrutó Ronald Reagan entre muchos hispanos, y no sólo el sector más derechista del exilio cubano en Florida.
Como en otros campos, Bush aspira a recuperar ese legado reaganiano. Pero, consciente del efecto nefasto que ha tenido entre las minorías el ultraderechismo que ha dominado al partido del elefante durante los años noventa, el gobernador de Tejas también proclama puntos de vista favorables a los hispanos en asuntos como apertura a la inmigración y protección social.
Bailar la Macarena ya no es suficiente en estas elecciones presidenciales. Codo con codo, Bush y Gore se disputan con gestos y programas el principal voto emergente en la superpotencia.
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