_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lo posprivado

Tras la Gran Depresión de 1873, la concentración industrial y bancaria se había acelerado tanto que dos economistas norteamericanos, J.B. Clark y J. M. Clark, escribieron esto: "El tamaño de las actuales fusiones es alarmante. Si regresáramos al periodo Carbonífero, cuando se repobló la Tierra por los dinosaurios, las modificaciones que se registraron en la vida animal apenas serían más espectaculares que las provocadas por esas corporaciones monstruosas en el mundo de los negocios". Este párrafo incluido en The Control of Trust fue escrito en 1912. Pero ¿qué les parecería a este dúo de Clarks cómo están hoy las cosas? Walther Rathenau, fundador de AEG, se escandalizaba en 1913 por que unos trescientos hombres de entonces, conocidos entre sí, estuvieran decidiendo el porvenir de Europa. Actualmente, esa élite se ha reducido a 150.Los fines del siglo XX y el comienzo del XXI contemplan las mayores fusiones absolutas y relativas del capitalismo. En 1996 se produjeron 211 megaanexiones, con un volumen total de unos 200 billones de pesetas. Tres años más tarde, su número pasó a ser de 476, con un total de 550 billones de pesetas. ¿Está agotándose ya el proceso? Las previsiones son que la tendencia no ha hecho más que empezar.

Hoy mismo se reúnen en Davos (Suiza) grandes representantes del capitalismo internacional en el máximo meeting anual para sopesar el estado general del mundo y la previsible marcha de las cosas. Para algunos observadores se trata de una nueva cumbre al modo de Seattle, la segunda congregación de los protagonistas económicos mundiales ante los cuales ha nacido una activa desconfianza social. El mundo de las grandes empresas no es ya, efectivamente, un departamento de la realidad. La efectividad de su imperio convierte las mayores multinacionales en decisivos reinos del planeta.

Un estudio de Freéderic F. Clairmont publicado en Le Monde Diplomatique el pasado diciembre decía que las 200 sociedades de mayor capitalización bursátil superan ya la suma del producto interior bruto de 150 naciones. Congruentemente, los consejos de administración de esas compañías ostentan más poder que numerosos jefes de Estado, pero incluso más que las coaliciones de varios jefes de Estado. En consecuencia, ¿cómo no coligarse también en contra de esos conglomerados capaces de determinar el sentido y el destino de la humanidad?

Las manifestaciones de Seattle, contra las malas consecuencias de la globalización, fue una seña de la subversión respecto a los abusos de las macrocorporaciones, pero la oposición había empezado tiempo atrás gracias a las organizaciones de consumidores, las asociaciones ecológicas y las ONG. Shell, acechada por Greenpeace, se vio obligada a adoptar un código ético y difundir anualmente un informe de sus efectos sobre el entorno. Nike, acusada de explotar mano de obra infantil en países del Tercer Mundo, publica ahora una meticulosa relación de sus centros de trabajo. Coca-Cola, como consecuencia de sus contaminaciones en Bélgica, ha destituido a su presidente Douglas Ivester en diciembre, y ha transformado su política de control descentralizado. Nuevas compañías, como Cisco Systems, ocupada en Internet, han donado ordenadores a las escuelas, han entregado ayudas a Netaid para África y han postulado la condonación a la deuda del Tercer Mundo. Así, hasta cientos de expedientes. De hecho, cada vez más, las grandes empresas se ven obligadas a responder, como si de poderes públicos se tratara, a la opinión pública y necesitan atender a los ciudadanos, clientes o no, con la atención que los partidos prestan -supuestamente- a sus electores. ¿Se moderará de esta manera su poder? ¿Se corregirá su fuerza? Es posible que tampoco, pero un nuevo fenómeno empieza a insinuarse: tras la oleada de privatizaciones de empresas públicas surge ahora, como un bucle, una posprivatización o la necesaria publicitas de lo privado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_