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La Iglesia anglicana permitirá que los divorciados contraigan matrimonio religioso

La medida puede facilitar la boda de Carlos de Inglaterra y Camilla Parker-Bowles

Isabel Ferrer

Enfrentada a dos realidades sociales: la ruptura de uno de cada cuatro matrimonios celebrados en el Reino Unido y el hecho de que buena parte de los sacerdotes anglicanos esté dispuesto a sancionar una segunda unión canónica de los fieles divorciados, la Iglesia de Inglaterra confirmó ayer que se prepara para una revolución: permitir la boda religiosa de estos últimos. La propuesta incluye excepciones para que no parezca que se cuestiona la indisolubilidad. Cuando sea aprobada por el sínodo anglicano, la medida podría allanar el camino al altar del príncipe de Gales y Camilla Parker-Bowles.

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Después de un año largo de reflexiones, la Iglesia de Inglaterra propuso ayer, en un informe titulado El matrimonio eclesiástico tras el divorcio, la modificación de las normas religiosas que gobiernan las uniones canónicas de esta religión cristiana en el Reino Unido. Dada la controversia que ello suscitará, Michael Scott-Joynt, obispo de Winchester y coordinador del documento, ha puntualizado ya que los párrocos contarán con una guía clara para no "consagrar antiguas infidelidades" con la segunda boda de los divorciados.George Carey, arzobispo de Canterbury y cabeza visible de la Iglesia de Inglaterra, se ha mostrado partidario de la compasión y la caridad en un terreno que conoce bien: dos de sus cuatro hijos están separados.

A Carlos de Inglaterra, el paso dado ahora, que debe ser ratificado durante la próxima reunión del sínodo anglicano, prevista para el año 2002, le permitirá abrigar ciertas esperanzas. La situación sentimental del heredero de la reina Isabel II, adúltero confeso, divorciado y posteriormente viudo de Diana de Gales, ha provocado más de un quebradero de cabeza a la propia Iglesia anglicana, que encabezará en cuanto acceda al trono.

Si bien su adulterio con Camilla Parker-Bowles, que acabó con su matrimonio a los ojos de todos sus compatriotas, le descalificaría inicialmente como candidato a un nuevo enlace religioso, la caridad cristiana abogada por el arzobispo de Canterbury debe alcanzarle también a él. El hecho de que Camilla sea católica tampoco será un obstáculo dentro de poco.

Los miembros de la familia real inglesa sólo pueden casarse con un católico si renuncian a sus derechos sucesorios. Esta discriminación fue establecida por Enrique VIII cuando Roma le negó la posibilidad de divorciarse de Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, para unirse a la joven protestante Ana Bolena. Ahora los gobiernos autónomos de Escocia y Gales están presionando a Londres para que acabe con dicha norma. El líder laborista, Tony Blair, ha respondido que no es el momento de plantear la reforma legislativa que ello supone, pero está dispuesto a revisar la situación.

En estos momentos, un 66% de todos los matrimonios celebrados en el Reino Unido es religioso. La mitad de ellos tiene lugar en un templo anglicano. La cifra no se considera excesivamente baja, pero el hecho de que los británicos ostenten la tasa más alta de divorcios de Europa ha llevado a la Iglesia de Inglaterra a reconocer que la "muerte de algunas uniones conyugales" no puede ignorarse por más tiempo.

Según el informe de los obispos, si bien el matrimonio continúa siendo sagrado y para toda la vida, los fieles que hayan roto una unión previa necesitan apoyo pastoral para rehacer sus vidas. "La única diferencia es que la Iglesia no casará por las buenas a cualquiera que acuda con un divorcio a cuestas", ha puntualizado el prelado de Winchester.

La principal condición enunciada ayer para que los divorciados puedan darse otro sí en un templo es el tiempo transcurrido entre su separación y la segunda boda. Aunque no se fijan plazos, los párrocos tendrán que cerciorarse de que "han recuperado la estabilidad emocional y el buen juicio necesarios para casarse". La pareja elegida para las nuevas nupcias debió ser, además, "ajena a la ruptura original".

El anglicanismo no quiere dar la sensación de que aprueba el adulterio ni tampoco cierra los ojos al dolor causado a la otra parte. Si el nuevo matrimonio causa mal moral y problemas económicos a los hijos, o bien implica la pérdida de contacto con éstos, los sacerdotes declinarán oficiar la ceremonia. Si el contrayente divorciado da muestras de inmadurez e imprudencia, le será igualmente imposible contraer nupcias.

"Todo el mundo se casa para siempre, pero la realidad es que muchas parejas se rompen y su situación debe clarificarse", afirma el obispo Michael Scott-Joynt. Si el sínodo sanciona sus propuestas, quedará anulada la denominada Acta de Convocatoria, que, en 1957, prohibió incluso a los divorciados anglicanos casarse por lo civil en una iglesia -los párrocos anglicanos celebran estas ceremonias en los templos- si su antigua pareja seguía viva.

En 1981, el sínodo mismo admitió dicha posibilidad "en circunstancias excepcionales". Ninguna de ellas pudo aplicársele a Eduardo VIII, tío abuelo de Carlos de Inglaterra, que hace más de 64 años renunció al trono para casarse con la divorciada estadounidense Wallis Simpson.

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