Suecia organiza el mayor foro mundial sobre el holocausto
¿Para qué sirve el conocimiento de la historia, esos acontecimientos, personalidades, contextos y fechas cuyos protagonistas han muerto, al menos en su inmensa mayoría? Al margen de grandes consideraciones culturales e intelectuales, sirve para algo tan impagable en la formación de las nuevas generaciones de ciudadanos, algo tan grandioso como la formación de nuestros jóvenes y niños en la cultura de la compasión y en la solidaridad con todo ser humano que sufra, por distinto y lejano que parezca. El Gobierno sueco ha convocado una conferencia para estudiar y fomentar el conocimiento de las partes más oscuras de la historia del ser humano con objeto de que sirva siempre, trasladado de generación en generación, en el instrumento más útil de las democracias para evitar que surjan en su seno nuevos focos de desprecio que hundan a las sociedades en simas de ignominia como aquella en la que sucumbió gran parte de la sociedad alemana, y de otros países, durante el nazismo.Estocolmo reúne a partir de hoy el mayor foro jamás organizado para el estudio del holocausto, del exterminio de millones de judíos en los altares de la ideología que mayor odio ha sido capaz de generar en el ser humano. Jefes de Gobierno y de Estado y dignatarios de 52 países, supervivientes de los campos de exterminio, historiadores y académicos estudiarán durante tres días un sinfín de aspectos sobre génesis y métodos del mayor crimen de la historia y de las ideas que lo alimentaron, organizaron, justificaron y después tuvieron la obscena osadía de negarlo. Los reyes de Suecia presidirán el Foro Internacional sobre el Holocausto, en el que se ensalzará sobre todo el papel de la memoria, la responsabilidad en la transmisión de la "Historia viva".
Suecia ha demostrado de forma muy fehaciente tanto lo peligroso que es ignorar la historia como lo útil y beneficioso para la calidad política y ciudadana que es informar a los jóvenes sobre los peligros del desprecio que comienzan en la chanza contra el inmigrante, el insulto al homosexual, la discriminación contra el judío o el gitano y acaban en el crimen -individual, masivo- contra seres supuestamente inferiores.
El Gobierno sueco se tomó en serio el problema. Su pasado durante el nazismo tampoco fue todo lo impoluto que su neutralidad durante la contienda podía hacer pensar. Cientos de suecos engrosaron las filas de las SS y no fueron pocos los judíos que intentaron inútilmente lograr un visado para sobrevivir en este país. Frente a estos suecos hubo otros como Raoul Wallenberg, al que se dedicará un simposio esta semana, que, al igual que el embajador español Ángel Sanz Briz, salvó la vida a miles de judíos otorgándoles visados hacia la seguridad en el exterior. En una exposición sobre estos hombres compasivos que se jugaron la vida, y en casos como el de Wallenberg la perdieron, por salvar las de judíos perseguidos, participará hoy la presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, finalmente jefa de la delegación española ante la imposibilidad del presidente José María Aznar de acudir a Estocolmo como estaba previsto.
La memoria y la historia, la lucha franca contra el mito, la manipulación y la mentira, como armas para combatir el crimen en nombre de una ideología o una raza, son en Suecia, como en España, en Alemania, como en los Balcanes, una asignatura obligatoria. El Gobierno sueco ha editado en los últimos años un millón de ejemplares de un magnífico libro sobre el holocausto llamado Y se lo contaréis a vuestros hijos. Ha sido distribuido gratis por todo el país. Es una iniciativa que muchos gobiernos deberían imitar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.