_
_
_
_
_
Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Batman, Superman, Mercè y compañía XAVIER MORET

Mercè Herrero colecciona muñecos articulados del tipo Madelman. Empezó hace unos 10 años, por una especie de nostalgia de la infancia, y ya tiene en su casa más de 3.000, casi todos relacionados con películas o con series televisivas. Cuando uno entra en su piso de Ciutat Vella, enseguida se da cuenta de que allí reina un ambiente especial. Como en la canción de Sisa Qualsevol nit pot sortir el sol, toda clase de muñecos están instalados en los estantes y te lanzan miradas peliculeras o de cómic. Batman, Superman y otros superhéroes reposan en sus cajas a la espera de que surja la oportunidad de salir a luchar por la justicia; los muñecos de Star Wars permanecen atentos junto a sus aeronaves espaciales y los personajes de Pesadilla antes de Navidad montan guardia junto a los Simpson a la espera de lo que pueda pasar."Lo de coleccionar muñecos de este tipo me vino cuando tenía unos 20 años", cuenta Mercè mientras repasa con cariño a sus personajes. "Un día entré en el almacén de una juguetería de la Barceloneta que ya no existe, instalada en un viejo cine, y cuando vi a los Madelman sentí la necesidad de comprarlos para poder revivir todas mis lucubraciones de infancia. Fue como si volvieran de repente los Reyes Magos, la ilusión. Con el tiempo me he ido convirtiendo en coleccionista. Voy al mercado de Sant Antoni, a las tiendas de cómic y cine, repaso webs en Internet, viajo a Londres... En fin, no me considero una coleccionista especializada, ya que no reúno sellos ni monedas ni aspiro a completar nada, pero me gusta tener estos muñecos conmigo".

Mercè Herrero toca y canta en un grupo de rock que, casualidades de la vida, toma su nombre de la película Blade runner. Se llama Tyrrell Corp., como la fábrica de muñecos replicantes de la película; ha grabado un disco, Featuring surprises, y está a punto de grabar otro. "Mi música no tiene nada que ver con los muñecos; es otra cosa", afirma Mercè, que a la hora de buscar referentes generacionales recurre a cómics famosos y a las películas La huella, Brasil, Blade runner y las de Monty Pithon.

"Es curioso que la mayoría de estos muñecos están destinados a la destrucción, a sucumbir en manos de los niños", reflexiona. "Quizá por eso me gusta recuperarlos ahora de mayor, para salvarlos de alguna manera. De todos modos, cada vez es más difícil encontrarlos, ya que se cotizan mucho y todas las tiendas están muy rastreadas. Antes podías encontrarlos en jugueterías antiguas, pero últimamente ha venido gente hasta de Alemania para comprarlos".

Mientras hablamos, Freddy Krueger, el Drácula de Coppola y el Norman Bates de Psicosis nos miran desde una estantaría. Chucky y su novia tampoco nos pierden de vista. Algunos están tan bien hechos que parece que vayan a cobrar vida en cualquier momento, como los juguetes de la película Toy story, que viven en otro estante, o los Beatles de Yellow submarine. Más allá, Sean Connery cruza la pistola en su papel de James Bond, mientras el chino malo de Goldfinger vigila su sombrero asesino y los personajes de Mallrats se ríen de todo.

"Aunque no sea muy conocido, este tipo de coleccionismo está viviendo una gran alza", comenta Mercè. "Sólo tienes que poner en un buscador de Internet las palabras toys o action figures y te salen muchísimas webs o links. En Estados Unidos y Japón es la locura, pero también en Inglaterra y Australia. En España empieza a ser importante, pero al principio éramos sólo tres. La fiebre fuerte empezó con Star wars, que reprodujo todos los personajes de la película y contagió el coleccionismo. Allí empezó el gran negocio y ahora, con Amenaza fantasma, la fiebre ha vuelto".

A medida que uno se va familiarizando con los muñecos, se da cuenta de que hay ediciones limitadas de gran interés y algunos ejemplares que se cotizan como si fueran obras de arte. "El soldado nazi de Geyperman, por ejemplo, no se comercializó en Estados Unidos, pero sí en Europa", explica Mercè mientras sostiene uno en la mano. "Ahora, si consultas un catálogo, su precio puede llegar a más de 300.000 pesetas. Si lo guardas con la caja, aún vale más. En Estados Unidos se montan periódicamente subastas de muñecos, pero aquí esto aún no ha llegado".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

"Tener en tres dimensiones tu héroe de celuloide o de papel es algo fabuloso", concluye Mercè Herrero mientras sigue pasando revista a sus inquietantes muñecos, quietos en sus estantes, como en el almacén de una juguetería, pero dispuestos a cobrar vida en cuanto alguien los saca de la caja. Hay incluso alguna Barbie, pero pocas, la afición de Mercè va por otros derroteros. También hay algunos muñecos nacionales, como Mortadelo y Filemón, y algunos tarzanes, picapiedras y locos personajes de la película Mars attacks, de Tim Burton.

Dan ganas de ponerse a cantar la vieja canción de Sisa mientras contemplamos los muñecos. "Oh, benvinguts, passeu, passeu...". Parece que los muñecos ya están todos reunidos en casa de Mercè, e incluso alguno más. Un ejército de muñecos escapados de cómics, películas y series de televisión, o simplemente de la memoria, montan guardia dispuestos a salir de sus cajas para poder recuperar, en cuanto sea necesario, el mundo de las ilusiones de una infancia que se aleja.

Carmen Secanella

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_