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Reportaje:

La tamborrada gana el Masters

Todo transcurrió sin contratiempos reseñables y con la bendición de un tiempo frío que se portó y no aguó la fiesta. Hubo tormenta, eso sí, pero de ruido y no en todos los casos acompasada. Los nervios hacen estragos entre los pequeños soldados de la tamborrada infantil. Pero ayer elevaron sus honores a san Sebastián y al compositor Raimundo Sarriegi con una notable dignidad y el apoyo incondicional de sus mayores por las calles. La capital guipuzcoana tronó durante 24 horas, desde la izada de la bandera en la plaza de la Constitución, hasta la arriada que marca el compás de espera de todo un año. Las reivindicaciones políticas, que los radicales han impuesto como si fueran parte del ceremonial, presidieron también el comienzo de la fiesta. De las balconadas colgaban enormes pancartas exigiendo el traslado de los presos de ETA al País Vasco y otros lemas tradicionales de la izquierda abertzale. El alcalde, el socialista Odón Elorza, izó la bandera de la ciudad, con indignación contenida, bajo un cartel que llamaba "asesinos" a su partido y a los populares.

Pero la emocionada interpretación de la Marcha de San Sebastián borró estas incidencias y dejó en un segundo plano un tira y afloja entre simpatizantes de EH y agentes de la Guardia Municipal que trataban de impedir la colocación de otra pancarta en la fachada de la Biblioteca Municipal. La explosión de tambores y barriles de adultos dejó sin dormir a más de uno. En todo caso, nadie pudo recuperar el sueño por la mañana. 50 compañías de pequeños tamborreros de 43 centros escolares se habían adueñado para entonces de las calles. Llegaba su hora. Los cerca de 5.500 infantes fueron tomando estratégicamente los jardines de Alderdi Eder al filo del mediodía y aguardaron impacientes la orden de salida.

Antes escucharon las palabras de la Bella Easo, Itziar Palacios, quien transmitió un mensaje claro: "Que la gente olvide sus penas y enfados por un día y participe con nosotros en la fiesta. La ciudad nos espera impaciente".

El general de la Tamborrada, Mikel Lesaka, salió también a la balconada del edificio consistorial, como manda la tradición, y se dirigió a su tropa: "Sintamos los acordes de la Marcha de Sarriegi como nuestro himno y que suenen en toda la ciudad los tambores y barriles". Y les arengó por megafonía: "¡Gora Donostia!" Se echó en falta el grito de ánimo para la Real Sociedad. Los niños no perdonan una mala racha.

Los jugadores realistas escucharon, eso sí, unas palabras de apoyo por boca del Tambor de Oro, el golfista José María Olazabal, quien vio recompensada su labor de promoción de la ciudad nada más comenzar el desfile de los niños. El acto reunió a numerosas autoridades, políticos, deportistas y representantes de la cultura. Todos asistieron al emocionado y modesto discurso del hondarribitarra, ganador en dos ocasiones del Masters de Augusta. Olazabal, que se cuestiona cómo pudo lograr este éxito deportivo, se preguntó si ha hecho "suficientes méritos" para ganar este galardón. Para mérito, los de las tamborradas de adultos que soportaron el frío durante toda la tarde hasta la arriada.

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