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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La CDU cae con Kohl

El ex canciller Helmut Kohl dimitió ayer como presidente honorario de la Unión Cristiana Democrática alemana, después de que la dirección del partido se lo exigiera si seguía negándose a hacer públicos los nombres de quienes le entregaron de forma ilegal dinero para el partido y que tan obstinadamente se niega a revelar. Es, literalmente, un nuevo paso hacia el deshonor de un hombre que hace pocas semanas gozaba de la admiración generalizada en Alemania y fuera de ella. Dice que el paso ha sido duro, pero sigue negándose a revelar los nombres de los donantes. Demuestra mayor lealtad a los generosos financiadores que a la Constitución que juró defender.Al mismo tiempo, la dirección democristiana ratificó por unanimidad a Wolfgang Schäuble como presidente y se mostró decidida a aguantar en su actual composición hasta el congreso que habrá de celebrarse en abril en la ciudad de Essen. La reunión de Berlín, de la que se esperaban medidas drásticas, incluidas posibles expulsiones, quedó en una demostración más de impotencia para asumir la situación en toda su gravedad. La dirección de la CDU, y a su cabeza Schäuble, parecen creer en serio que van a poder mantenerse al mando y sin rupturas internas hasta que restauren la normalidad en el congreso de Essen. Es un regate inútil. Sólo una presión tremenda y una situación personal desesperada pueden llevar a un dirigente experimentado y lúcido como Schäuble a asumir un escenario político tan irreal.

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Resulta que después de todo lo sucedido, de las confesiones del propio Schäuble, de las revelaciones sobre tráfico de dinero en el extranjero y especulación con el mismo por parte del ministro del Interior de Kohl, Manfred Kanther (dimitido el lunes como diputado), y múltiples capítulos oscuros en otros tantos Estados federados, la dirección de la CDU quiere volver a la letanía de un único culpable. Pero, por desgracia para todos y para el sistema democrático alemán, nada volverá a ser como antes a la vista del profundo efecto que sobre la opinión pública ha tenido lo que considera un insoportable abuso de confianza. El hecho de que quien ha sido durante 16 años el principal responsable de hacer respetar la Constitución y las leyes en general reconociera ante las cámaras de televisión haber violado tanto la una como las otras está teniendo un calado social aún difícil de evaluar. Los primeros sondeos sobre el tema revelan en Alemania una profunda aversión hacia la política y los políticos. El argumento popular sigue una línea predecible: si el gran estadista Helmut Kohl, al que la mayoría dio su confianza elección tras elección, fue y es capaz de semejante desafuero, de qué no serán capaces los demás.

Pero lo trágico en la CDU es que su alejamiento de la figura de Kohl ya no le ayuda en nada a hacer las paces con su pasado. Posiblemente porque el sistema de financiación y reparto del dinero en el partido ha sido compartido por demasiados. Quien más quien menos, la mayoría de los dirigentes locales y federales han sido beneficiarios de estas formas tan poco ortodoxas de utilizar fondos. Quizás a algunos les parecía extraño en un partido conservador de un país conocido por su amor al orden y al rigor. Pero nadie se atrevió nunca a poner en duda las prácticas del gran jefe indiscutido.

La solución que propuso ayer la dirección del partido en su reunión de Berlín tiene todo el aspecto de nacer muerta. Los tres meses hasta el congreso serán un vía crucis que difícilmente podrá soportar el ya maltrecho Schäuble y otros dirigentes que formaron parte del equipo de Kohl. El ex canciller dijo hace unas semanas una frase que puede sonar como amenaza, aunque no lo sea: "Al final, ya veremos quién queda". La CDU ofrece cada día una imagen más similar a la de la Democracia Cristiana italiana de principios de los noventa. Que su fin fuera también parecido es lo peor que le podría pasar a la democracia alemana y a la Unión Europea, que necesita imperiosamente de una Alemania estable.

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