Rías
MIQUEL ALBEROLA
A menudo algunos escritores emprenden la hazaña de cocinar para los amigos para conmemorar las efemérides más sentidas de su convulsa biografía. Al final, casi siempre acaban perpetrando platos que, por su propio bien, están por debajo del nivel literario de sus obras, que es de lo que se trata. Sin embargo, estos desafíos gastronómicos constituyen una muestra de emotividad muy intensa, porque prueban que el anfitrión haría por el invitado incluso lo que no sabe hacer. De modo simétrico, el restaurador Alfredo Alonso ha decidido escribir un libro para conmemorar que se cumplen treinta años desde que abrió en Valencia el restaurante Las Rías Gallegas, uno de los establecimientos más solventes para rendir un homenaje a uno mismo sin que el estómago le discrepe. Aunque de pequeño sólo fue a la escuela cuando llovía, porque con el campo mojado era imposible trabajar, Alonso ha reconstruido su biografía desde los tiempos en que unos tipos ambulantes alquilaban por minutos huesos de jamón para los cocidos hasta el esplendor de los lubrigantes y las centollas, que son su territorio y su imperio. Un día decidió obedecer a su instinto de superviviente gallego y se fue de Cacidrón a buscarse la vida como afilador por las calles de Barcelona, por los salones del Dolder Grand Hotel de Zúrich y por los ultramarinos y chocolaterías de Ourense. La vida estaba llena de oportunidades en cualquier parte: sólo había que provocarlas. Entonces irrumpió en su vida Concha Rodríguez, que es quien propicia el Génesis en la cocina con una merluza, un puñado de percebes y unas cacerolas. Después de estar buscándose a sí mismo por todos estos sitios descubrió en su viaje de boda que Valencia era el escenario sobre el que podía edificar su hazaña. Tres décadas después este gallego con cerebro suizo imparte sacramentos en forma de ostra en esa catedral del marisco imposible y es la máxima autoridad en el asunto para una feligresía muy devota y no menos exigente, que en estos tiempos en que caen ripos de hielo del cielo trata de alcanzar la salvación a través del paladar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.