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Catalanismo motor XAVIER BRU DE SALA

Coinciden en esta semana un par de noticias electorales que dejan buen sabor de boca. La nueva Entesa senatorial de la izquierda y la orientación lobbística de la campaña de Xavier Trias. La primera ha causado desconcierto en Madrid. La segunda todavía no. Tienen en común una voluntad de fondo: apostar por una Cataluña con voluntad de ser motor de España, como fórmula idónea para convertirla en motor de sí misma. Lo contrario es la provincia. Esa voluntad choca con la muy difundida idea de que Madrid se basta y sobra como único motor de España -el resto son piezas carentes de función sin el susodicho motor-. Choca asimismo con la muy catalana idea de que ir tirando es lo mejor que nos puede pasar.Las lecturas del pacto tripartito -visto como pacto Maragall-ERC- poseen una dimensión simbólica, de test orientativo, que va más allá de su alcance real inmediato. En la práctica, podría resultar -sólo- que la nueva Entesa rescatara al Senado de su absoluta inanidad, fruto natural de la inutilidad para la que fue concebido. Tendría su dosis de ironía que un partido independentista catalán fuera el salvador del Senado español. No sería poco, porque toda nueva función del Senado beneficia a las comunidades. Pero los actos políticos no suelen agotarse en un único efecto. La Entesa abunda en significación. Se trata en primer lugar de una oferta nueva a la sociedad catalana (los precedentes no sirven de mucho, porque al principio de la democracia todo andaba revuelto), consistente en contar con un instrumento para cambiar la estructura política española. La fuerza de dicho instrumento dependerá de los votos. Si arrasa, como muy bien puede suceder, el federalismo maragalliano habrá ganado un importante plus de legitimidad. De paso, la izquierda catalana habrá conseguido disputar la hegemonía del catalanismo a CiU. Luego se verá si un instrumento de este calibre consigue actuar de abrelatas en Madrid. No va a ser fácil ni rápido, y dependerá mucho de a las circunstancias, pero en fin, tampoco es que los resultados conseguidos por CiU sean nada del otro jueves. En cualquier caso, la Entesa vuelve a poner sobre el tapete la cuestión catalana desde la izquierda, con voz y estrategia propias, lo cual no es poco en una situación en la que el posible incremento del autogobierno catalán parecía una simple derivada del conflicto vasco.

¿Incremento para qué? Según Trias, para ser motor de España. Seguro que la finalidad debe de haber sentado mal en los protagonistas de las renovadas filas convergentes. He ahí que, liquidado el roquismo, el discurso de Trias retoma el de Miquel Roca. Y no sólo eso, promueve al roquista Carles Campuzano a número dos. Lo que apunta, si añadimos el nombre de Josep López de Lerma, que encabeza Girona, un terceto nacionalista en Madrid del más puro estilo roquista, capaz incluso de entrar en el Gobierno a la segunda de cambio. Trias es un pactista sin pelos en la lengua. Sabe que un lobby es un grupo que presiona a favor de los intereses propios. Se ofrece como pragmático jefe del lobby catalán en Madrid, con una sola condición, el incremento del autogobierno, con la finalidad señalada, no la de ir aumentando la autonomía hasta la segregación. Duran Lleida se pronunció a favor de cambiar el invento pujolista de la gobernabilidad por los pactos de gobierno que son habituales en todas las democracias. Artur Mas se opuso a una tal eventualidad con más énfasis que el propio Pujol, en una sonora y pública muestra de clarividencia política. No hace falta que Trias se pronuncie para saber de qué lado está. Se empieza obviando la declaración de Barcelona y ninguneando a su portaestandarte y se acaba de hombre importante en Madrid, sobre todo si el viento va a favor. Así, el sector talibán, dueño y señor de CDC, está labrando, para fortuna de todos, un excelente futuro para Cataluña: un Roca llamado Trias en Madrid y un Roca llamado Duran en Cataluña. Después de tanto sufrir exilio interior, el transversalismo está de enhorabuena.

Las diferencias entre socialistas y nacionalistas siguen siendo muchas. Incluso más que antes. Por eso no deja de sorprender gratamente la coincidencia de fondo de los mensajes de Maragall y Trias. Un mensaje que Pujol abandonó después de haberlo esgrimido, como una bandera transformada en trapo sucio. Lo que es bueno para Cataluña es bueno para España. Aunque, hay que añadir, a la mayor parte de España, la que decide, le parezca exactamente lo contrario.

A los catalanes les parece importante pintar algo en Madrid, si puede ser bastante y sin moverse de casa. También les importa cómo les ven en el corazón de la Península. Si la cosa se pudiera arreglar sin incomodidades, también les gustaría contar con una balanza fiscal menos desfavorable y un poco más de autogobierno. Con estas pobres cartas en la mano, hay que tener bastante imaginación y habilidad para jugar una política nacional para Cataluña. Si lo más urgente es invertir el proceso de provincianización de lujo que estamos sufriendo, la Entesa de izquierdas y los nuevos aires de Trias empujan en esta dirección. Incluso ERC parece haber entendido que, por ahora, el único modo de reactivar el motor propio es serlo de España. De aquella otra España por la que el catalanismo siempre se ha partido el pecho aun a sabiendas de que nunca llegaría a ser.

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