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El año nuevo y la cancelación de la deuda

Así que ya ha sucedido, la gran ola del milenio que nos cubrió, ¿y dónde estamos en su resaca? ¿El agua está más templada? Probablemente, no. Pero ya es el año 2000 y tenemos toda una nueva laguna donde jugar. Es grande y requiere de una idea grande para llenarla. La buena noticia es que tenemos una.La idea es Jubileo 2000: la cancelación de la deuda para los países más pobres del mundo. Es una gran idea, porque si sigue agrupando a más gente durante el curso del año va a tocar sustantivamente las vidas de alrededor de mil millones de personas, de los más pobres de los pobres, los que sobreviven con menos de un dólar al día.

En el curso de 1999 se estableció un principio que cambia para siempre la relación entre los países desarrollados del mundo y los que están en vías de desarrollo. Ese principio, hecho carne en las palabras y las acciones de los líderes mundiales después de la cumbre de los G-8 en Colonia el año pasado, denuncia el pago de los viejos préstamos que se consideran más importantes que la alimentación, la educación y la salud de un pueblo en condiciones de miseria.

Si los líderes mundiales son capaces de convertir su retórica en realidad -y el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial cumplen con sus promesas- se acordarán más de cien mil millones de dólares en alivio de la deuda, sujeto a condiciones estrictas. Jubileo 2000 está pidiendo el doble de esa cantidad, pero por el momento estamos celebrando. Un movimiento al que pocos le daban mucha esperanza hace menos de un año no sólo ha concienciado a la gente, además ha incrementado la apuesta a sumas anteriormente inimaginables.

Jubileo 2000 ha tenido éxito por varias razones. Es cuestión de la fecha. Eso sí que es importante. La histeria ha llegado a su cenit. Requiere de una banda de música grande y de una carpa de circo, grande también. Porque si falta una idea grande, solamente vamos a despertar a la soberbia y a la resaca, pero no a un nuevo amanecer. Jubileo 2000 también cuenta con apoyo amplio: desde el papa Juan Pablo II hasta Muhammad Alí, desde Tanzania hasta Bolivia, desde Harvard hasta The Prodigy y Willie Colón.

Sobre todo, Jubileo 2000 ha logrado definir esto como un asunto de justicia. Muchos de estos préstamos no se debían haber concedido nunca, pero constituían los pagos a los dictadores mantenidos para apoyar las viejas estrategias de la guerra fría, como Mobutu en Zaire. Tuvimos que explicar la campaña en términos del propio interés (para Occidente), en una economía global donde somos interdependientes, aunque no nos guste. La miseria lleva al conflicto, y la guerra es cara. A fin de cuentas, las medidas preventivas son más baratas.

Además, la cancelación de una deuda es una política económica sensata cuando la deuda es mala y el endeudado se encuentra en quiebra financiera. Lo que sabe bien todo prestamista: "Si cae tu caballo y muere, sugerimos que lo desmontes".

En los Estados Unidos asumimos una perspectiva pragmática y ganamos el argumento con los economistas y políticos antes de establecer lo que Bill Clinton luego llamó "nuestra carpa de circo más grande": el reto de la combinación de cantantes de rock y los papas. Yo personalmente me encontraba en los portales con unas figuras míticas del paisaje económico, como Paul Volker, David Rockefeller, Pete Peterson, Robert Rubin y su sucesor como secretario de la Tesorería, Larry Summers. Me permitieron entrar. El profesor Jeffrey Sachs había conseguido que casi la mitad de Harvard se dedicara a su campaña. Su entusiasmo fue contagioso. Larry Summers hizo el trabajo preparatorio y, al final, Bill Clinton es una estrella. Vio la luz, sacó su saxófono y tocó. En el mes de septiembre logró que la posición estadounidense pasara de un 90% de condonación de la deuda a un 100% incuestionable.

Mientras tanto, en Londres, los británicos empezaron a captar la idea. Con la presencia constante de Bob Geldof, de Live Aid, y con grupos eclesiales tocando sus trompetas delante del Ministerio de Tesorería empezaron a derrumbarse las murallas burocráticas. Movidas valientes se hicieron, y ahora el Reino Unido, los Estados Unidos y Canadá han asumido el liderazgo en el asunto.

Ahora es el momento para que el resto del G-7 y los demás acreedores grandes respondan. Lionel Jospin ha llevado a Francia por un curso estable y ha sorprendido a los que creyeron que iba a llevar a su país de vuelta a los setenta. Los franceses nunca han temido la Gran Idea y nunca han olvidado los lazos históricos que los ligan a las partes más pobres del mundo.

En Alemania, Gerhard Schröder tiene preocupaciones domésticas, pero, si puede mirar más allá de ellas, yo creo que él también se juntaría con Clinton y Blair. Desde luego, el resurgimiento de Alemania durante el último siglo se concretó gracias a la condonación de su deuda después de la guerra, un estilo de condonación que los países de hoy en día sólo pueden soñar.

Italia también puede hacer esto. El papa Juan Pablo II ha hecho de este asunto su cruzada moral personal. Tal vez más que todo es Japón, el nuevo coordinador del Grupo de los Siete. Keizo Obuchi puede ser el hombre que lleve al G-7 más allá de las promesas a la realidad.

Por supuesto que estos no son los únicos acreedores. De lo que queda de la deuda, la mayoría se debe al Fondo Monetario y al Banco Mundial. Necesitamos más de estas instituciones. El presidente del Banco Mundial, Jim Wolfensohn, es un hombre apasionado. Yo creo que él hará todo lo posible si los políticos lo permiten. Los políticos le dejarán si nosotros seguimos insistiendo.

Hay tanto que hacer en el año 2000...

1999 fue un año extraordinario para mí. Canjeé mis lentes de sol por un rosario con el Papa, reventones y tiaras por un sombrero inglés y maletín y cuentos de guerra con David Rockefeller en el piso más alto de su centro en Nueva York. Sin embargo, me ha fortalecido mi fe en la gente común y corriente que protesta y, tengo que admitirlo humildemente, en los políticos que responden a esa gente.

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