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Reportaje:

La economía china toca fondo El gigante asiático supera la crisis y comienza a dar claros signos de reactivación

La economía china ha tocado fondo y en estos momentos los signos apuntan a una clara recuperación del gigante asiático. Los indicios más convincentes se dan en lo que se refiere al comercio exterior. Desde mitad de 1999 han vuelto a despegar con fuerza las exportaciones, sobre todo al resto de Asia, hasta alcanzar los 195.000 millones de dólares (más de 31,5 billones de pesetas) para el conjunto del año, lo que le permitió obtener un excedente comercial más que honorable, de 35.000 millones de dólares (5,67 billones de pesetas). ¡Qué retroceso respecto al récord de 43.600 millones de dólares (7,06 billones de pesetas) de excedente que lograron en 1998¡, afirman las mentes pesimistas. Es verdad. Pero aquella marca se produjo antes de la virulenta campaña de lucha contra la corrupción y el contrabando, que el año pasado se tradujo en una "aparición" de importaciones antes pasadas de contrabando y que supuso un aumento del 18% en las importaciones registradas.Los signos de deflación también empiezan a desaparecer: desde el último mes de octubre, los precios a la producción han esbozado cierta recuperación y los del consumo han dejado de bajar e incluso aumentan en las provincias costeras; y si 1999 vio un descenso del 2,7% en los precios al por menor, el año 2000 va a ser el de la estabilización.

Motores del crecimiento

Hay que decir que los otros dos motores del crecimiento también siguen rodando, aunque sea a ritmo más lento. Si bien el consumo doméstico, entre las familias más prudentes, ya no es el que era, aun así sigue teniendo niveles de crecimiento que las economías europeas podrían muy bien envidiar: más del 10% en 1999. En cuanto a las inversiones extranjeras, aunque han disminuido en casi un 17% durante 1999, siguen representando cantidades importantes: 38.000 millones de dólares (6,15 billones de pesetas). Por tanto, las especulaciones sobre una "inminente" o "próxima" devaluación del yuan, que se basaban en la necesidad de dar nuevo impulso a las exportaciones o de luchar contra la inflación, se han desvanecido. Con fuertes reservas de divisas, por valor de 154.000 millones de dólares (unos 25 billones de pesetas), China no puede verse obligada, en ningún caso, a la devaluación.

¿Acaso los sucesivos planes de reactivación del Gobierno chino han permitido evitar lo peor? En 1998 y, más adelante, en otoño de 1999, Pekín emprendió grandes programas de infraestructuras que, según el responsable de la Comisión Estatal de Desarrollo y Planificación (CEDP), han contribuido a dos puntos del 7% obtenido en el crecimiento. En otoño, para sostener el consumo, concedió alzas salariales entre el 30% y el 50% en el sector público. De hecho, con un crecimiento oficial del 7,1% en volumen el año pasado, China ha presentado un producto interior bruto (PIB) de 1,005 billones de dólares (más de 165 billones de pesetas), que sitúa al país en el séptimo puesto de la clasificación mundial, justo detrás de Italia y muy por delante de España. Las visiones alarmistas de una China hundida en una espiral deflacionista imposible de controlar no tienen, pues, razón de ser.

La necesidad de favorecer la aparición de un sector privado fuerte y competitivo parece todavía más urgente si se tiene en cuenta que la entrada de China en la OMC se producirá entre el otoño de 2000, en el peor de los casos, y en la primavera de 2001, en el mejor. Europa, que no tiene intención de respaldar el acuerdo chino-norteamericano sin pedir a cambio concesiones concretas, no va a tener prisa en dejar que la potencia china entre en el organismo multilateral. Un retraso que no inquieta a Pekín, más preocupado por la transición de su economía socialista hacia una economía de mercado.

En cualquier caso, el acuerdo chino-norteamericano ha servido para sacar adelante a los reformistas de un régimen dubitativo y prometer a China unos años, cuando menos, ambivalentes. Por un lado, de creer las previsiones de Fred Hu, jefe de investigaciones económicas sobre Asia para Goldman Sachs, la entrada de China en la OMC debería suponer que se duplique el comercio exterior del país a partir del año 2005 y que ese mismo año se multipliquen por más de 2,5 las inversiones extranjeras, hasta alcanzar alrededor de 100.000 millones de dólares (más de 16,2 billones de pesetas). No obstante, al estar de acuerdo, al menos en principio, en abrir su sector financiero a la banca y las compañías de seguros extranjeras en el año 2005, suprimir sus cuotas de automóviles ese mismo año y abrir su mercado al trigo, maíz, algodón y arroz procedentes de Estados Unidos, China se dispone a ver cómo crecen sus batallones de desempleados.

Empuje de la competencia

Hu Anang, economista en la Academia de Ciencias China, con sede en Shanghai, prevé que un tercio de las empresas públicas chinas, hoy protegidas mediante las ayudas estatales, tendrán que marcharse a hurtadillas ante el empuje de la competencia. Si se tiene en cuenta que en China los precios de muchos productos agrícolas, como el maíz, el algodón y el azúcar, son sensiblemente superiores a los del resto del mundo, los pronósticos son aún más sombríos para la agricultura, de la que todavía viven 800 millones de chinos.

Sin embargo, a pesar de estos riesgos reales para la estabilidad social del país, en un contexto en el que ya se multiplican las manifestaciones de inquietud, las autoridades del partido comunista han dejado clara su voluntad de conducir a China por el camino de la modernidad.

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