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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vocación de servicio

Puede que sorprenda a algunos la emoción que multitud de españoles han manifestado por la muerte de María de las Mercedes de Borbón y Orleans, madre del rey Juan Carlos I, que será enterrada hoy en el monasterio de El Escorial. Su discreción casi proverbial la mantuvo durante toda su larga vida a la sombra, primero, de su marido, don Juan; después, de su hijo. Nunca tuvo protagonismo público. Y, sin embargo, desde que se supo de su súbita muerte el pasado domingo en Lanzarote, muchos ciudadanos de este país están demostrando que respetan y agradecen actitudes personales marcadas por ciertos valores frecuentemente olvidados o despreciados en gran parte de la vida pública.No tuvo una vida fácil la condesa de Barcelona. Se casó en 1935 con el heredero de una corona que parecía definitivamente defenestrada. Se vio obligada a acostumbrarse rápidamente a un exilio que no tenía fin previsible. Tuvo una hija ciega y sufrió después la inmensa tragedia que para toda madre es la muerte de un hijo aún niño. Y más tarde se vio abocada al enfrentamiento involuntario entre sus dos máximas lealtades personales. Sin duda, entendió el terrible dilema que el dictador planteó con la Ley de Sucesión a su hijo, el futuro rey Juan Carlos, y también el desgarro que provocó en su marido, don Juan de Borbón, que al final se saldaría con su renuncia dinástica.

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Nadie recuerda un mínimo gesto de queja o lamento de esta señora que vivió los reveses y éxitos con la firmeza y dignidad que dan las convicciones y el discreto cumplimiento de su papel en la familia real.

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Quienes no están a la altura de los servicios que exige la institución de una monarquía moderna, la ponen en peligro o la quiebran. Quienes aprenden de los errores del pasado, como, sin duda, hizo la condesa de Barcelona, la fortalecen. La gran mayoría de los españoles consideran a la monarquía española como una institución lograda. No era, ni mucho menos, obvio hace tres décadas, cuando contaba con opositores en todo el espectro político nacional. El mérito principal corresponde, sin duda, al Rey y a la Reina Sofía. Pero doña María de las Mercedes contribuyó desde su propia posición. Los españoles valoran el esfuerzo y el concepto del deber de una gran señora a la que la historia no permitió llegar a ser reina. Y hacen expresión pública de su respeto.

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