El futuro es nuestro
Desde los oráculos del mundo antiguo, pasando por Nostradamus, hasta los contemporáneos horóscopos de los periódicos, los seres humanos siempre han querido saber qué les deparaba el futuro. Y en el cambio de siglo y de milenio, todos los medios de comunicación han entrado en una verdadera orgía de predicciones. (...) Lo único cierto, sin embargo, es que el futuro nos cogerá por sorpresa. Hace una década apenas nadie podría prever la importancia de Internet, y su efecto, el comercio electrónico. (...) Si es fútil predecir el futuro, debería ser igualmente fútil predecir qué nuevas formas de tecnología tendrán determinado efecto en la sociedad, la economía o la política. (...) En resumen, el mundo en el siglo XXI, como el mundo en cualquier siglo anterior, será lo que queramos que sea. Las ideas, las convicciones políticas, los argumentos sólidos, la fe, la esperanza y la caridad (o sus opuestos): todo eso moldeará el futuro, no una caja de trucos de los científicos. Ignoremos a esos hijos bastardos de Marx que argumentan que el libre mercado (...) o la muerte del Estado del bienestar, o los tomates transgénicos son inevitables e irresistibles. Si no queremos esas cosas, no necesitamos tenerlas. (...) Sobre todo debemos aprender que no podemos confiar en Internet para protegernos de la tiranía, no más de lo que podíamos confiar en otras formas anteriores de tecnología. (...) El precio de la libertad sigue siendo el mismo: la eterna vigilancia, no el precio de un módem.Londres, 2 de enero
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