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El 'nuevo Pompidou' abre sus puertas después de 27 meses de reformas

La obra dirigida por el arquitecto Renzo Piano ha superado los 13.500 millones de pesetas

El Centro Georges Pompidou de París reabre sus puertas el próximo sábado, 1 de enero, después de permanecer parcialmente cerrado durante 27 meses. El nuevo Beaubourg, que ha desplazado fuera de su recinto los servicios administrativos, cuenta con más superficie dedicada al Museo Nacional de Arte Moderno (NAM), con 4.500 metros cuadrados suplementarios, y tras reordenar el espacio destinado a la Biblioteca Pública de Información (BPI) puede acoger a 2.000 lectores y tiene 14 kilómetros más de estanterías.

El sexto piso, el de las exposiciones temporales, también ha sido organizado de manera distinta, y eso, además de permitir disponer de 3.400 metros cuadrados para exponer -800 más que antes de las obras-, también facilita el montaje y desmontaje de cada muestra.No todas las mejoras tienen que ver con la externalización de los despachos. Es el caso del vestíbulo o foro, que ha sido repensado de tal manera que ahora cuenta con dos grandes altillos en los que se acogen la boutique del diseño y la cafetería, o el remodelado espacio consagrado a teatro, cine, danza, música o debates, cuatro salas distintas de entre 440 y 150 plazas. El restaurante, con una formidable vista sobre todo París, ha sido totalmente rediseñado y se beneficia de una entrada independiente que le permite vivir también al margen de los horarios museísticos.

Fabulosa colección

Para Jean-Jacques Aillagon, presidente del Pompidou, el reto pasa por reactivar "las dos grandes actividades culturales permanentes del establecimiento"; es decir, el NAM y la BPI. Si la segunda era víctima del éxito cuantitativo del edificio y tenía más visitantes de los que podía acoger, "la frecuentación del NAM, hay que reconocerlo así, ha sido muy decepcionante en relación con la importancia de una colección que no tiene, y eso hay que ponerlo de relieve, equivalente en el mundo entero, exceptuada la del MOMA de Nueva York". En efecto, sólo 900.000 personas -un 10% de los curiosos que cada año entraban en el Beaubourg- estaban dispuestas a abonar los 38 francos -30 a partir de ahora- que abrían las puertas de su fabulosa colección.

El nuevo Pompidou, una vez acabada la reforma arquitectónica firmada por Renzo Piano y cuyo coste habrá superado los 13.500 millones de pesetas, tiene que superar el peligro de ser una mera suma de reinos de taifas: ha de ser otra cosa que el envoltorio flamante de exposiciones, conciertos y actividades diversas, desconectadas las unas de las otras. Para ello no podía olvidarse, dice Aillagon, que, "durante los últimos 10 años, el presupuesto de funcionamiento del centro ha crecido más lentamente que sus gastos ordinarios, sobre todo la masa salarial". El resultado era un gigante con pies de barro, con una muy escasa capacidad para producir y condenado a jugar, una y otra vez, con sus propios fondos. Aillagon ha logrado unos 550 millones de pesetas más por ejercicio del Ministerio de Cultura, al tiempo que distintas sociedades -Yves Saint Laurent, Pernod Ricard, Saint Gobain, Usinor- contribuían a financiar la reforma del edificio, mientras otras -CCF, Printemps, Daimbler, Suez y Lyonnaise des Eaux- respaldaban actividades culturales de todo tipo.

Había que reactivar la programación, recuperar el prestigio de las innovadoras exposiciones de finales de los setenta, centradas en un tema de exigencia interdisciplinar. Y de ahí que el 13 de enero se abra Le temps, vite como exposición emblema de la nueva época, una propuesta que hermana una clepsidra egipcia del siglo I antes de Jesucristo a Moon is the oldest TV, una videoinstalación de Nam June Paik. Le temps, vite es una historia de la velocidad, de la aceleración a que ha estado sometida la humanidad, pero también de la percepción de ese tiempo. Concebida no como balance de fin del sigloXX, sino de toda nuestra larga relación con el tiempo, la exposición se complementará con Regard d'un siècle, que será un recorrido por el siglo que acaba a partir de la imagen que de él nos han dado los medios de comunicación, las nuevas maneras de escribir la historia. Y una tercera muestra-balance, Les bons génies de la vie domestique, además de recordarnos que el Pompidou nunca se ha sentido ajeno a la creación llamada "industrial", nos permitirá revisitar los electrodomésticos del mundo moderno, esas neveras, trinchadoras de carne o cafeteras que se han convertido en objetos amigos con los que convivimos, a los que a menudo adjetivamos de familiares sin que fuese necesario que nos hablasen o reconociesen nuestra voz o huellas digitales, tal y como hacen ahora ciertos ordenadores o coches.

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