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SUCESOS

Detenido un sobrino del propietario de oficinas asesinado en Valencia

Marcos Cebrián, de 42 años, uno de los sobrinos del propietario de un edificio de oficinas de Valencia asesinado el pasado lunes a martillazos, está encarcelado desde el lunes por la noche en la prisión de Picassent, por orden del titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Valencia, acusado del crimen. Se trata de la misma persona que encontró el cadáver, alertó a los policías y simuló colaborar con ellos; el que visitaba a la víctima a diario para asearla, atender sus recados y encargarse de que tomara la medicación de su flebitis.Los agentes del Grupo de Homicidios sospecharon de este sobrino y le detuvieron horas después del crimen. En el interrogatorio confesó que destrozó la cabeza de su tío, Fernando Cebrián, de 62 años, con un martillo. ¿El móvil? No aguantaba más el carácter irritable de la víctima, sus insultos y sus exigencias de cuidados, que le robaban muchas horas. Alegó que el cansancio acumulado y el estado de nerviosismo en el que se encontraba fueron el detonante del asesinato.

Un portavoz policial explicaba ayer que, al ver lo nervioso que estaba este sobrino, decidieron dejar su interrogatorio para el final y hablar antes con el resto de testigos. Se percataron de que este hombre tenía manchas que parecían de sangre en el suéter, el bolsillo del pantalón y los zapatos. Ante las sospechas y las "contradicciones de su declaración" le detuvieron y se derrumbó. Confesó que había acudido el ático de su tío a las 7.30, más temprano de lo habitual, para ganar tiempo y poder realizar sus propias tareas, ya que su tío "le absorbía muchas horas y le agobiaba con sus cosas". Pero, tras una breve conversación, su tío se irritó y le insultó "como en otras ocasiones". Marcos le empujó hacia el interior de la vivienda y su tío se marchó al dormitorio. El acusado declaró que cogió un martillo del cuarto de baño, fue al dormitorio y, sin mediar palabra, golpeó a su tío en la cabeza hasta que cayó al suelo.

Coartada en la cafetería

Después, este hombre viudo con un hijo adolescente, se marchó a su domicilio para lavar a mano su suéter salpicado de sangre, y el arma del crimen. Pero como aún conservaban rastros de sangre escondió la prenda y el martillo en el maletero de su coche, con la intención de deshacerse de ellos. También embetunó los zapatos, pero no lo suficiente para que pasara desapercibido a la policía.

En este breve intervalo, preparó su coartada, según la policía. Como hacía de forma cotidiana, se acercó a un bar próximo al lugar del crimen a tomarse un café. Luego, subió con su primo -que trabaja como portero en la finca de oficinas- a ver al tío Fernando, y simuló horrorizarse al descubrir el cadáver.

El lunes por la tarde, tras confesar el crimen, pasó a disposición del juez de guardia, que ordenó su ingreso en prisión.

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