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Inocentes

MANUEL TALENS

Tal día como hoy, cuando yo era menos joven, no resultaba difícil ver a algún cura por la calle luciendo un monigote de papel prendido con alfileres en la espalda. Los niños, conscientes del mal humor que imprimía la sotana, lo señalaban a escondidas con el dedo y se reían de él. Recuerdo también que el 28 de diciembre los periódicos solían aparecer con noticias candorosamente falsas que engañaban a la gente: José Legrá, el boxeador cubano-español que llegó a ser campeón del mundo del peso pluma, había fichado de extremo izquierdo por el Real Madrid; en otra ocasión, Gabriel García Márquez supuestamente iba a pronunciar una conferencia en el palacio de Carlos V de la Alhambra y unos pocos ingenuos subimos la cuesta de Gomérez y nos acercamos allí con Cien años de soledad en el bolsillo, ilusionados por conseguir un autógrafo del admirado novelista.

Eran otros tiempos. Vivíamos como en familia, poco o nada inmersos en la globalización, ajenos en gran medida al drama del mundo, y aquellas inocentadas de vía estrecha hoy serían vistas como un juego patoso. Sin que nos hayamos dado cuenta, con guante blanco y de puntillas, el motor acelerado del capitalismo triunfador ha ido relegando al olvido las simplezas del ayer, y de la misma manera que en la actualidad Franco y sus secuaces serían una incongruencia (basta con un buen PP en la Moncloa), los antiguos monigotes en la espalda ahora se llaman stock options, "tercera vía" o "centro reformista".

Soy de la opinión que la influencia disneyficadora del imperio, con su asombrosa ubicuidad, nos está cambiando el chip sin que nos demos cuenta. Ya nada causa asombro, por absurdo que sea. La semana pasada, viniendo por la autopista desde Barcelona, un par de docenas de papás Noel saludaban en el puesto de peaje a cada automovilista, y de camino repartían alguna propaganda, que yo rechacé. ¿Hay acaso inocentada de peor gusto que utilizar símbolos de culturas ajenas -Papá Noel/Santa Claus procede de la Europa protestante- para vender productos que ni siquiera necesitamos? Lo más triste que le puede suceder a un personaje de leyenda es convertirse en asalariado del Corte Inglés.

¿Y los Santos Inocentes, quién se acuerda de ellos en la época de Internet? La Navidad ha perdido fuelle como fiesta religiosa. No es que yo crea que alguna vez lo fuese de verdad, pero al menos representábamos la comedia como alumnos empollones: el belén con reyes magos y ríos de papel de plata que bajaban por montañas de cartón, la misa del gallo, los villancicos, el frío que calaba hasta los huesos, el pobre apostado en una esquina con el que nos dábamos buena conciencia... el aire tenía un rancio aroma de iglesia y hasta los mantecados sabían a comunión.

Sin embargo, y digan lo que digan, los sufridos inocentes seguimos existiendo, ahora todo el año y camuflados de ciudadanos libres, democráticos, dispuestos a creernos las inocentadas más gordas de la historia: Clinton nos vende con éxito una guerra humanitaria, Aznar una España que va bien, Arzalluz un idílico Euskadi independiente, Almunia un PSOE izquierdoso y vencedor y Zaplana -el gran chamarilero de feria posmoderna- una Terra Mítica que es la envidia de Hollywood. ¿Hay quien dé más en el reino de la ficción?

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