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Ficciones

Que gobernar y alardear son cosas bien distintas parece algo tan obvio que no merecería mayor comentario. Y sin embargo, cuando uno trata de caracterizar la actitud del PP a lo largo de este primer año de la segunda legislatura de Zaplana, resulta imposible evitar la constatación de que, entre el decir y el hacer, la nave popular se escora cada vez más grados hacia la proclama vanidosa de una gestión que es bien poca cosa e incluso no es. En lo más profundo del imaginario de una cierta derecha duerme la utopía del gobierno mínimo, la alergia a la administración. Pero aquí ocurre lo contrario. Si algo define a Zaplana y sus gentes es la avidez mal disimulada por colonizar los espacios de la sociedad. La omnipresencia del presidente en las ceremonias del mundo empresarial, convertido en un tentáculo de su poder, y un intervencionismo combativo desde todos los frentes en el terreno del turismo y del ocio, donde la felicidad se convierte en consumo, la ciudadanía en clientela y la cultura en simulación, hacen más ostensible la apatía respecto de la educación, la hipocresía sobre el bienestar social, el desprecio ante la minoría y la marginalidad. Con todo, no se les pueden negar méritos. Sintonizan con la parte más satisfecha de la población, acaso mayoritaria. Aunque confunden la transparencia con la demagogia y la libertad con la privatización, responden a un modelo de progreso que ha perdido el complejo ante el discurso de la igualdad. Tienen la ventaja de que a sus ficciones, fabricadas con la materia de la que está hecha la ambición, sólo se les opone el desconcierto. Quienes deberían articular otra alternativa de país, una visión más plural y compleja de la sociedad, viven prisioneros de la perplejidad. Les da miedo salir a la calle. Se han vuelto perezosos y prefieren resolver con otro tipo de ficciones su aguda crisis familiar. No se explica de otra manera que los socialistas, al confeccionar sus candidaturas para las elecciones generales que se avecinan, hayan vendido como renovación lo que es a todas luces una depuración.

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