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¿Dónde está Mario?

Desapareció a mediodía, a plena luz del día y en el centro de Sevilla. Iba hacia su trabajo, una bocadillería, con su uniforme en una mochila cuando ya no se supo más de él. Desde entonces, desde el 20 de noviembre, la familia de Mario Ruiz Rivero, un granadino de 26 años que estudiaba teatro en Sevilla, vive a la desesperada. Nada indica que Mario Ruiz tuviera intenciones de marcharse. Su teléfono móvil está fuera de servicio y nadie ha tocado el dinero en su cuenta corriente. Todos se hacen la misma pregunta: "¿Dónde está Mario?"."Nada nos cuadra, nada nos encaja", dice afectada, aunque muy entera, Isabel Rivero, la madre. "Mario no es una persona que desaparezca así, por las buenas, y menos sin decírselo a nadie. Nos llamaba todos los días, tenía un montón de proyectos con su trabajo y sus estudios, y muchos planes para las Navidades".

La última persona que lo vio fue una amiga con la que solía salir últimamente y de la que se despidió ya bastante de madrugada de un domingo. Tenía que trabajar al día siguiente en una bocadillería sevillana de la zona de la Alameda de Hércules. Hay indicios de que durmió en su casa, como un cuaderno de notas en donde dejó anotado su horario de trabajo de la noche anterior. También estaban los restos del desayuno. Mario Ruiz entraba a las 13.00 horas. Fue poco antes cuando tuvo que desaparecer.

Contra su voluntad

"Mario es un chico fuerte, alto, atlético", comenta el padre del estudiante, Gregorio Ruiz. "Hubiera llamado la atención que alguien tratara de forcejear con él...". Isabel, la madre, argumenta en ese instante: "Sólo se nos ocurre que alguien le hubiera pedido ayuda para algo y ahora lo tenga retenido contra su voluntad".

Desde el día de su desaparición, la familia y todos los compañeros de estudios se han movilizado por toda Sevilla. Se han pegado carteles en diferentes ciudades. Han aparecido en programas de televisión. Han pateado parques, comedores sociales, hospitales. Ningún resultado. "Por pensar, hasta hemos pensado en los extraterrestres", dice Gregorio Ruiz con una ironía amarga. "24 horas son muchas horas para darle muchas vueltas a la cabeza", añade.

En la actualidad hay 2.000 personas desaparecidas en España, algunas de ellas desde 1980. La mayoría de las desapariciones suelen tener un final trágico, como el de chicas adolescentes que aparecen violadas o brutalmente asesinadas. El caso de Mario Ruiz Rivero, sin embargo, no concuerda en este perfil de desapariciones.

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Mide algo más de 1.80, tiene el pelo moreno, corto, y los ojos verdes. El día que se perdió su rastro llevaba un chaquetón similar a las chilabas árabes con franjas grises y azules y unos vaqueros oscuros. Iba con una bandolera en la que guardaba su uniforme de trabajo. Es de aspecto atlético y, según sus familiares, muy desprendido.

"Nos llamaba todos los días. No es de esas personas a las que les guste guardarse las cosas para sí. Lo que a mí no me cuadra", insiste una y otra vez su madre, "es que no nos llame". "Si estuviera bien nos llamaría".

Han descartado la posibilidad de que fuese captado por una secta. "Ni se comportaba de un modo anormal últimamente ni es chico de meterse en una secta", asegura el padre. "Para que capten a alguien debe ser una persona ociosa, sin cosas en que pensar, y Mario estaba ocupado todo el día con sus estudios y su trabajo". Para sus amigos las piezas tampoco encajan. El estudiante estaba entusiasmado con la obra de teatro que estaba ensayando. La policía cree que está vivo, pero anda desconcertada. No hay pistas que seguir.

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