1.300 millones de ida y vuelta
Minutos antes de las doce de la noche del 30 de junio de 1992, Jesús Gil irrumpió en la sede del Consejo Superior de Deportes. A esa hora vencía el plazo otorgado por la Administración para la conversión de los clubes en sociedades anónimas. Al Atlético le faltaban por cubrir 1.950 millones de los 2.063 que componían su capital social. Gil llegó provisto de tres certificados bancarios, por valor respectivamente de 120 millones (correspondientes a los accionistas minoritarios), 713 (que consiguió el vicepresidente Enrique Cerezo de Credit Lyonnais) y 1.300 (la parte que aportaba Gil). A la vista de esos documentos, el Atlético había cubierto los requisitos. Unos meses antes, en septiembre de 1991, Jesús Gil había conseguido que la asamblea de socios le reconociese una deuda que supuestamente el club había contraído con él por valor de 2.000 millones y que le permitía acceder a un monto proporcional de acciones. Es decir, a convertirse en el dueño indiscutible del club.Ambas operaciones fueron irregulares, según los dos informes periciales redactados por José Luis Carrero (inspector de Hacienda) y Juan Antonio Martínez (interventor general de la Administración del Estado) y presentados los pasados días 10 y 17 ante el fiscal Carlos Castresana.
Los dos peritos, tras estudiar la documentación incautada de las oficinas del Vicente Calderón el pasado mes de octubre en un registro por sorpresa, coinciden en señalar que, según los estudios contables internos, el Atlético no adeudaba entonces una sola peseta a Jesús Gil, sino que era éste el que debía al club una cantidad no demasiado importante. Y que además, en el supuesto de que la deuda hubiera sido real, la debería haber asumido el propio Gil. El presidente del Atlético, cuando el plan de saneamiento del fútbol español, se comprometió a responder con su patrimonio personal en el caso de un incremento deudor del club.
Los dos peritos encargados del caso concluyen también que Gil no realizó desembolso económico alguno en la noche en la que el Atlético se transformó en sociedad anónima. Según los informes, el préstamo fue una instantánea ida y vuelta a través de tres cuentas del Banco de Vitoria: de Dorna salieron 1.300 millones de pesetas para una cuenta a nombre de Gil y de ésta a otra que figuraba como Atlético Sociedad Anónima en Transformación. Supuestamente, Gil acudió con el certificado bancario a un notario para que diera fe de que poseía el dinero y ése fue el documento que aportó al CSD. Luego, según esta versión, los 1.300 millones realizaron un inmediato camino de vuelta hasta Dorna.
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