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"Necesito un gerente que me ponga en mi sitio" RAMÓN DE ESPAÑA

Pregunta. Parece que tu incursión en el mundo del teatro no se ha saldado precisamente con un éxito...Respuesta. Pues no, la verdad. Vamos a despedir Colors antes de tiempo porque estamos perdiendo unos tres kilos a la semana... Una lástima, pues es algo que he hecho con todo el cariño del mundo, pero qué se le va a hacer... Quizá necesito un gerente que me diga que no, que me ponga en mi sitio. ¿A ti te gustó?

P. Tiene buenos momentos, pero la estructura...

R. ¿Tú también me sales con la estructura?

P. Hombre, Javier, tú eres un tío muy intuitivo, que se mete en todo, con un optimismo admirable, pero cada género tiene sus reglas y...

R. Déjate de reglas. Para disfrutar de mis cosas lo que hay que hacer es dejarse llevar, no ponerse a analizar... Ya me has hundido. Yo no tengo la autoestima tan alta como Miquel Barceló, por ejemplo. A Miquel le dices que su último cuadro es una birria y le da lo mismo. Es más, se queda convencido de que eres un zoquete que no ha entendido nada. Pero a mí todo lo que me dicen me afecta.

P. Me gustó el robot Dimitri. ¿Se llamaba así en homenaje a tu admirado pinchadiscos Dimitri from París?

R. No exactamente... Yo es que soy muy malo para los nombres y pretendía rendir homenaje al conocido anarquista Buenaventura Dimitri. Luego me enteré de que se llamaba Durruti. Los problemas de haber empezado a leer a los treinta y tantos años, supongo.

P. De todas maneras, la crítica te ha tratado con bastante educación.

R. ¿Tú crees? Yo estoy muy acostumbrado a que me traten bien. A que me pidan las cosas tres veces y por favor. De repente me he llevado unos palos... Yo creo que los críticos han decidido reivindicar el teatro de texto porque están hartos de Comediants y demás propuestas lúdico-festivas, y todas las bofetadas que no se han llevado Comediants me las he llevado yo, que, además, soy un intruso en el mundo teatral.

P. Quizá si lo hubieras concebido como un espectáculo infantil...

R. Pero es que hay partes para adultos. Aunque sí es cierto que los niños son los que mejor se lo pasan. A mí me hace muy feliz ver a un crío embobado en la primera fila.

P. De todos modos, aunque tu gerente te consienta demasiado, no te veo al borde de la ruina. Tu estudio es una factoría de narices, con 80 personas trabajando... Te encargan cosas de todas partes...

R. Eso es cierto. Ahora estamos con la serie de la mascota de Hannover, Twipsy.

P. ¿De qué va?

R. Sobre ordenadores, realidad virtual y esas cosas. Twipsy es un bicho que pone en contacto a tres niños con lo que sucede dentro de los ordenadores, y la serie alterna el mundo real con el virtual... Se está emitiendo ya en un montón de países, y creo que pronto se verá en España.

P. Se supone que eres rico, pero tú pareces ser el primero en no creértelo.

R. Mi relación con el dinero siempre ha sido muy extraña, muy infantil. Nunca he entendido muy bien los cheques, las tarjetas de crédito. Para mí el dinero es algo que pesa y que se lleva en bolsas o maletines...

P. ¿Nada de cochazos ni de segundas residencias?

R. Ahora me he comprado una casa, pero porque me lo ha recomendado mi gerente, para desgravar y esas cosas. A mí nunca se me hubiera ocurrido. ¿Para qué quieres comprarte una casa? ¿Te la vas a llevar al otro barrio cuando palmes? Yo siempre he pensado que estamos en este mundo de alquiler. Mientras estás vivo, te van sacando pasta. Luego, adiós.

P. Tu hija te agradecerá que le dejes algo. ¿Qué edad tiene ya Julia?

R. Dieciocho. Es curioso, de pequeña quería ser abogada para mandar mucho y llevar trajes chaqueta ceñidos. Ahora es una dibujante estupenda recién salida del Bachillerato artístico. Es mucho más ordenada que yo, y lo empezó a demostrar en la más tierna infancia.

P. Te encantan los críos ¿no?

R. Yo si fuera tía me pasaría la vida quedándome embarazada.

P. ¿Qué ha sido de tu viejo amigo Sefer? Recuerdo que una vez me explicaste que Fermín y Piquer erais tú y Sefer, recién llegados a la gran ciudad y pasmados ante todo lo que veíais...

R. Vive entre Valencia y Barcelona y anda metido en asuntos de vídeo, documentales y cosas así. Hace poco ha estado en Perú con los indios amazónicos, siguiendo ritos y bebiendo ayahuasca... Yo soy más doméstico: cuando quiero descansar me voy a Formentera.

P. A hacer el hippy.

R. No, hombre. Lo que pasa es que uno se acostumbra a sitios en los que se siente seguro, sitios con determinada flora y determinada fauna, en los que sabes que no te va a devorar un león... Yo viajo mucho por cuestiones de trabajo, pero no me entero de nada: una noche en Santiago de Chile, dos en Sidney... La estancia más larga que recuerdo fue un mes que pasé en la Japón profundo. Al cabo de 15 días ya estaba harto. Todo muy bonito, entiéndeme, pero ajeno. Tanta caña, tanto bambú, todo tan frágil... ¡No había árboles de verdad, tío! Y esos jardines zen que le gustan tanto a Tàpies... Son de un deprimente... El problema de Japón es que es un país que huele a rancio, que parece que sigan en la Edad Media. En el centro de Tokio hay un inmenso jardín de propiedad privada. Mientras a su alrededor la gente vive hacinada en pisitos y despachitos, hay un ricacho cabrón que no deja entrar a nadie ni permite que el metro pase por debajo de su propiedad. Deberían habérsela invadido.

P. Quedémonos en Cataluña. ¿Veremos el cambio algún día?

R. Yo aprecio mucho a Maragall y confío en él. Sabe unir sensibilidades. Es como un guardaguías que organiza el tráfico ferroviario... Es que los otros... Un día me preguntaron por qué hablo el italiano mejor que el catalán y yo dije que cuando hablo italiano me imagino a unas "titis" buenísimas y cuando hablo catalán veo a un tío bajito con un garrote que me quiere abroncar.

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