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Tribuna
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El profesional

Santiago Segurola

Nadie como Mauro Silva representa los mejores valores del fútbol: la dedicación a su profesión, el compañerismo, la tenacidad para sobreponerse a las dificultades, el compromiso leal con su club, el talante discreto. Valores que Mauro Silva maneja a contracorriente en un tiempo dominado por la insustancialidad, por lo epidérmico, por lo efímero. Nada que ver con este jugador sustancial, ejemplar en todos los aspectos.Para empezar, Mauro ha definido el verdadero concepto de identificación entre un jugador, su equipo y la hinchada. A través suyo, sabemos que el vínculo entre un futbolista y la gente traspasa el carácter localista. Mauro Silva, como Figo, funciona a los ojos de los aficionados como símbolo de su equipo. Tanto como Fran o Guardiola. Y no sólo se trata de las largas relaciones de ambos con el Deportivo y el Barcelona. Más que eso, cuenta su actitud como jugadores, siempre valientes, comprometidos, firmes. Decía Robert Louis Stevenson que los juegos hay que jugarlos con la seriedad con que lo hacen los niños. Mauro y Figo son dos modelos en este sentido. De ahí el aprecio que siente la gente por ellos, la gratitud que se debe a los profesionales que jamás dejan solos a sus equipos.

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El yerno del samurai

Pasados sus mejores años, Mauro Silva todavía es un futbolista fundamental en el Deportivo. Poco importa que le falte la feroz vitalidad de su época con Arsenio. Las lesiones y la edad han afectado a su despliegue físico, pero su compacta figura todavía impone en el campo. Este caudillo silencioso transmite seguridad y confianza a sus compañeros. Es el referente que le faltó al Deportivo durante dos años de lesiones. Su regreso ha tenido una importancia capital en el despegue del Deportivo, tanto o más por las cuestiones intangibles -su liderazgo ante los jugadores, el respeto que genera- como por su papel como jugador.

Por el lado estrictamente futbolístico, Mauro Silva mantiene algunas de las constantes que le convirtieron en el mejor centrocampista defensivo del mundo. Se anticipa, ayuda, descifra las intenciones de sus rivales, gana los balones divididos. Quizá le falte el vigor de su juventud. Poco importa. Mauro Silva siempre sabe lo que hace. Y además juega bien al fútbol. Es cierto que no es un virtuoso y que jamás inventará en la construcción de juego. Sus pases parecen tan poco complicados como su personalidad. Pases sencillos, de rango corto, al compañero más cercano. Eso no desmerece su consideración como futbolista. Todo lo contrario. De la misma manera que Mauro siempre ha sido irreprochable en el aspecto defensivo, resulta admirable por la administración de su limitada capacidad en el juego de ataque. Eso también sirve para medir a los buenos jugadores: los que reconocen sus límites y no los traspasan. A esta raza pertenece Mauro Silva, futbolista integral que sólo merece admiración.

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