Imaginero
"El escultor de mayor primor que hay en estos mis Reynos". Así calificó Felipe IV al imaginero Gregorio Fernández. No lo pondrá en duda quien visite la exposición que la Fundación BSCH dedica en su sala de la calle del Marqués de Villamagna de Madrid. Nunca se había reunido una muestra tan importante de la obra del gran artista del siglo XVII; casi cincuenta tallas, entre ellas algunas de las mejores que salieron de sus manos.No ha debido ser fácil. Las esculturas de Fernández se encuentran en iglesias y conventos, no solo de Valladolid, la ciudad donde trabajó, sino también en Medina del Campo, Burgos, Medina de Rioseco, Sahagún de Campos, Arévalo, Monforte de Lemos...Muchas de ellas están expuestas al culto o forman parte de retablos que no se pueden desmembrar. Como dice José Urrea, director del Museo Nacional de Escultura de Valladolid y que ha organizado esta exposición, Fernández creó un número elevadísimo de obras maestras, demostrando su imaginación, su inventiva y su originalidad. Es sin duda el más popular de los escultores del barroco español. Pero esto no significa que se sepa mucho de él. Se ignora el año en que nació aunque, por alguna indicación que él mismo hizo, se supone que fue en 1576. Se le llama el imaginero castellano pero era gallego de Sarria, Lugo.
Su amigo el pintor vallisoletano Diego Valentín Díaz pintó el retrato que puede verse en esta exposición. Gregorio Fernández era, según el crítico Bosarte, "menudo de facciones, magro, modo de mirar halagüeño, tenía una berruga gorda junto a la nariz, llevaba bigotes y su vestido era de golilla". Según otro testimonio, "estuvo más ampliamente dotado de belleza del orden moral que de carácter físico".
Su obra es admirable. Los Cristos yacentes expresan al mismo tiempo las huellas del sufrimiento y de la majestad. La Piedad, el Nacimiento, la Inmaculada, Santa Teresa, San Ignacio de loyola, los arcángeles Gabriel y Rafael, los bustos relicarios de padres de la iglesia en actitud de leer. El visitante no sabría decir cuál es la mejor.
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