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Navidad

Hace unos días se presentó en Madrid un libro de varios autores titulado Cuentos eróticos de la Navidad. No pudo ser más oportuno, sobre todo en el concepto. Durante años y años se ha seguido la farsa de considerar este tiempo como un periodo de entrañamiento familiar, blanco y desexualizado, pero pocas fiestas del año son más sexy.Las revistas femeninas que representan, hoy por hoy, lo más avanzado en la percepción psicosocial hace tiempo que se dieron cuenta y ya no hay Navidades en que no se pregone lo que es más chic, más excitante y morboso. Frente a la blanca idea de las fiestas, las revistas proponen el negro y el dorado y el rojo; frente a la familiaridad de las cenas en Nochebuena, las publicaciones engalanan los pecados de los menús en las variadas nocheviejas.

Hay un ámbito de pavo, turrón, besugo o polvorones que se asimila en familia pero, a su lado, aparece un espacio lascivo, de carmín, lamés y champaña que se apodera, al cabo, de la atmósfera. Incluso los regalos predicados como una oferta de buena voluntad se trasmutan en rehenes de la seducción y los grandes almacenes, tras el telón de los tristes villancicos, van desprendiendo mensajes que se relacionan con la gula, la lujuria y la concupiscencia total. Ni los tiempos de carnaval son comparables en agudeza carnal a lo que en este intervalo se muñe clandestinamente. Los nuevos peinados de ondas, las novedades en el maquillaje, en el tatuaje de cobalto sobre la nuca y los escotes de purpurina y barniz, pertenecen a las navidades de nuestra época. A la calidez de la costumbre religiosa ha seguido el escozor del sexo; a los pasivos materiales de terracota el fulgor de las lentejuelas, a las horas de convergencia en el hogar el estallido de las veladas en hoteles, islas y cotillones. Todo el mundo se encuentra advertido de esta transformación pero nadie lo dice con la elocuencia de Elle, Marie Claire, Cosmopolitan o, incluso, Telva. La mujer mantuvo el aroma del hogar y ahora canjea con facilidad ese antiguo olor por el fino perfume en los anuncios, en los comercios, cruzando el legado tradicional con una desenvoltura veloz, hacia el carácter cada vez más irregular, profano y erótico de estas fechas.

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