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Tribuna
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Comisarías

Hay nombres que parecen marcar un destino. En Alcalá de Guadaira, tratable localidad cercana a Sevilla, existe una plaza que se llama del Derribo donde el Ministerio del Interior mantiene abierta una comisaría miserable. Es verdad que el estado del establecimiento hace honor al nombre de la plaza y entre ambas circunstancias se establece una hilarante relación causa efecto. Pero Alcalá de Guadaira, a Dios gracias, no es Burkina Fasso, sino un próspero pueblo sevillano que tiene en la citada comisaría un escenario indecente al que, para visualizar su miseria, habría que comparar con los establecimientos de igual tipo del profundo continente africano. Sus dependencias son un catálogo voluminoso de grietas y humedades, por los rincones del patio aparecen vehículos de motor despiezados y las condiciones de sus sanitarios son rechazadas por las mismas ratas. Esta comisaría lejos de estar cerrada permanece en servicio. Y a lo peor hasta tiene Internet.El tóxico aceite burocrático que envenena políticamente las relaciones entre Madrid y los ayuntamientos andaluces sostiene situaciones tan vergonzantes como la comisaría de Alcalá de Guadaira. Los trámites para la reforma o construcción de una nueva comisaría invierten tanto tiempo que nos transporta a otras épocas, al reinado del atasco y la póliza, a la corte despótica del funcionario que exasperaba a este país con el larriano vuelva usted mañana. Esa espesura administrativa no es ni más ni menos que la decantación real de una política de intereses encontrados que sufre siempre el ciudadano. Si Madrid no se entiende con Sevilla el desencuentro lo sufrimos todos. Desde el reconocimiento del censo a la comisaría de Alcalá. Desde el trazado del AVE a Málaga hasta la transferencia plena del Guadalquivir. No hay mucha más historia en este desafortunado cuento.

Contrasta, por su ejemplaridad y progreso, el estado de una cárcel modélica como lo es Sevilla II con esta comisaría alcalareña o con la de la Gavidia. Igual fortuna, en atención, trato y escenario debería tener el ciudadano que acude a nuestras comisarías a tramitar sus asuntos porque es quien paga para que haya cárceles modelos, comisarías presentables y policías sin cascos de mineros sobre sus cabezas.

J. FÉLIX MACHUCA

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