Barreras al campo
Hoy mi perro y yo nos hemos despedido del monte del Pilar de Majadahonda. Ya no habrá más días soleados de invierno en los que podamos perdernos a través de los pinos, las moreras, las higueras e incluso a través de sus charcas, en las que después de los días de lluvia los niños disfrutan cogiendo renacuajos; ni siquiera ninguna liebre despistada, de las muchas que por allí pasean, podrá volver a sobresaltarnos. Todo ello y mucho más será mañana un enjambre de vallas metálicas, donde las excavadoras y, por supuesto, las constructoras harán su agosto. Gracias, señor alcalde, mi perro y yo se las damos de veras, pero sepa usted y, desde luego, no pierda el sueño por ello, que así no sólo se carga el futuro, sino el presente, el de sus vecinos y el suyo propio. Así es su torpeza. En fin, lo dicho, usted, por fin, le puso barreras al campo.- . .
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