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El tren en dos dimensiones

"A toda máquina". Con esta frase imprescindible cuando se habla del medio de locomoción por excelencia de la sociedad industrial, el ferrocarril, se presentan en Vitoria dos exposiciones que tratan de recuperar la historia del tren. Ambas, organizadas por la Caja Vital Kutxa. Ayer se inauguró en la sala principal de su fundación (Postas, 13-15) la que recuerda ese siglo y medio de andadura de un medio de transporte y del modelismo que nació con él. El próximo jueves se abrirá en la Casa del Cordón (Cuchillería, 24) la muestra que recuerda la historia del ferrocarril en el País Vasco. Ambas se clausurarán el 16 de enero. La exposición principal, en la Fundación Caja Vital, conjuga la aportación historiográfica con las recreaciones que esa fascinante maquinaria todavía concita en la imaginación colectiva. Ahí habría que encuadrar las estrellas de la muestra: dos grandes maquetas activas. Son más que trenes eléctricos y, desde luego, no son un juguete. Y es que el modelismo ferroviario requiere en ocasiones casi tantos conocimiento técnicos como la construcción de material de verdad.

La primera de ellas, considerada como una de las mejores de Europa, ocupa 14 metros cuadrados que recrean una mezcla de paisajes urbanos y rurales. Cuenta con 10 trenes en movimiento a la vez, que estarán atendidos durante estos días por un técnico que cuidará de que no se altere el paso ordenado de máquinas y vagones por lo que a simple vista parece un laberinto imposible.

La segunda maqueta, más pequeña, reproduce la estación de Nuremberg (Alemania) y constituye una de las piezas más interesantes del Museo del Ferrocarril de Madrid, del que procede la mayor parte del material de la exposición. El resto de las piezas han sido aportadas por coleccionistas y distintas asociaciones de amigos del tren.

La exposición no se queda en la reproducción del coleccionista: se exhiben también una interesantísima colección de faroles, centralitas telefónicas o expendedoras de billetes, cuando estos eran de cartón. Eso sí, siempre desde una mirada reveladora de la vida alrededor del tren. Más que la historia económica o la arqueología industrial, las piezas expuestas reflejan el trabajo, a veces en condiciones durísimas, de miles de personas vinculadas al ferrocarril por algo más que un salario.

Para animar estas peripecias vitales, la exposición aporta una cuidada selección de grabados procedentes de La ilustración española y americana, publicación que en el siglo pasado informó puntualmente de los avances y desastres del ferrocarril en sus primeros años. Hitos como la construcción de grandes viaductos (como el guipuzcoano de Ormaiztegi), la inauguración de nuevas estaciones cuya edificación se fue refinando con el paso de los años, o los accidentes que, ayer como hoy, concitaban la atención del público.

Buena expresión de los progresos en este medio de transporte la ofrecen las maquetas de máquinas y vagones de pasajeros y de carga: aunque existe una gran variedad de escalas, en Europa hoy día sólo están homologadas dos o tres, por lo que el visitante percibe claramente las diferencias entre el AVE, el Talgo o el TGV francés, que, por cierto, siguen parando muchas veces en las mismas estaciones que se construyeron para sus antecesores, movidos por máquinas de vapor.

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