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Pompa de jabón

ENRIQUE MOCHALES

Por estas fechas dan ganas de escribir la consabida carta a los reyes magos pidiendo que las cosas vayan mejor, pero no quiero inducir a nadie al bostezo, y sospecho que no serviría de nada. Entramos en la Navidad y en el 2000 con mal pie, por la gracia de algunos. La ilusión de un nuevo milenio pleno de esperanza parece desvanecerse en el aire cuando leemos las noticias, que influyen en nuestras vidas más de lo que influyen los planetas. El periódico no solo dice lo que ha ocurrido, sino lo que va a ocurrir.

Uno puede mirar su horóscopo en las fluctuaciones de la bolsa o en el final de la tregua. Las noticias son oráculos. Como ya se vio con el caso ejemplar de los pitbulls, una noticia llama a otra del mismo pelo. La noticia tiene algo de rata o de cucaracha que se reproduce. No hay como que ocurra un suceso para que oigamos hablar de decenas de casos similares durante los doce siguientes meses. De esto se puede deducir que la noticia destapa una realidad que probablemente siempre estuvo ahí, pero que no fue lo suficientemente descrita. Durante este año que casi ha pasado ha cobrado especial relevancia la violencia contra las mujeres. La prensa se ha encargado de denunciar con ahínco algo que siempre estuvo tapado por la mentalidad machista imperante, que consideraba que la violencia doméstica y los malos tratos son algo que sucede en el ámbito privado de la familia. No obstante, no por ello la noticia pierde ese carácter profético que nos augura nuevos casos de violencia contra las mujeres. De la misma forma, cuando leemos que el 80 % de los psicópatas criminales reincide al salir de la cárcel, tenemos una auténtica profecía que ha provocado gran alarma social. Y más aún sabiendo que las perturbaciones mentales serán uno de los problemas del siglo XXI.

Por esto sería interesante disponer de un periódico que no cuente lo que ha sucedido, sino lo que va a suceder. Y este es, sin duda alguna, uno de los papeles de la prensa en los que menos se reflexiona. Seguramente los expertos tienen su opinión sobre el tema. En líneas generales, se profetiza un porvenir negro que podríamos tratar de evitar si dispusiéramos de ese periódico del futuro que de alguna manera tenemos entre las manos. Porque este es en realidad uno de los cometidos de la prensa: avisar. Cuando una joven muere brutalmente acuchillada por un psicópata, por ejemplo, es necesario que la sociedad tome medidas. Podría ser que el asesino fuese un criminal sexual reincidente.

El mundo se prepara para recibir el nuevo milenio entre todo tipo de profecías que, a veces, salen en los periódicos. De la cantidad de titulares sobre la degradación del medio ambiente se desprende que una de las tareas más importantes del siglo XXI será la conservación y la restauración de la naturaleza. Los únicos apuntes de actualidad que nos pueden ofrecer cierto grado de optimismo son aquellos relacionados con ciertos avances científicos y médicos. Sólo en esos casos limitados se puede hablar, en realidad, de buenas noticias. El panorama en el mundo no va a cambiar, y las balas seguirán silbando en el 2000. ¿A qué tanto cuento con el nuevo milenio?

De nuevo, envueltos en graves sucesos, entramos inexorablemente en la repetición de la navidad. Esa época del año en que la noticia debería ser un mensaje de amor y paz, y que es en realidad un delirio hortera de bisutería de Pascua y consumismo feroz. Una etapa del año en que los sentimientos están a flor de piel, y que hemos empezado mal. Tenemos el pesimismo enquistado en nuestra visión de la realidad. Por esta razón, las luces de Navidad brillan con hipócrita fulgor. El mejor regalo, una buena noticia, nos ha sido negado.

Navidad y Año Nuevo son de los pocos días del año en los que no hay periódicos. No habrá apuntes de noticias que se han cumplido o están por cumplirse. La actualidad nos dará un descanso definido, hueco, frágil como una pompa de jabón. Tendremos que enfrentarnos ese día a la tiranía de la tradición y poner buena cara, cantando al amor y a la paz: mentiremos.

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