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Crítica:ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El 'chansonnier' eléctrico

Diego A. Manrique

El rock español tiene sus peculiaridades. Una de las más ingratas es su antipatía ante los miembros de un grupo que se atreven a emprender recorridos en solitario: aquí se mitifica al colectivo y se desconfía de los solistas (y más si se desvían del rock ortodoxo). Enrique Bunbury es uno de los pocos afortunados que está logrando evadirse de la camisa de fuerza de su anterior proyecto (además, un grupo que despertaba pasiones, Héroes del Silencio). Rompió su trayectoria con Radical sonora, una propuesta techno-rock, y se ha desmarcado definitivamente con Pequeño, rotunda colección de íntimas canciones despojadas de hojarasca literaria, vestidas como para cabaret portuario, con prendas de música ligera mediterránea, tango, copla, ranchera, aires magrebíes, kabarett berlinés, soul y otros géneros recios.Un reto audaz: finalmente, Radical sonora podía encajar dentro de una línea de evolución del rock finisecular -la asimilación de la tecnología digital y sus manierismos-, mientras que Pequeño supone un desafío frontal a los conceptos exclusivistas del rockismo. Aun así, Bunbury, con su indudable carisma, su fe inquebrantable en todo lo que hace, su voluntad de convencer a los incrédulos, su disposición para trabajar, ha logrado una notable seducción: La Riviera se llenó con un público entregado, feliz de ratificar a pleno pulmón esos nuevos textos. Un multitudinario karaoke que llegó a agobiar al artista.

Bunbury

Enrique Bunbury (voz, guitarra), Rafa Domínguez (guitarra eléctrica, coro), Delmorán (bajo), Ana Belén Estaje (violín, coro), Copi Corellano (teclados, coro), Antonio Rios (saxo, flauta), Javier García (trombón), Javier Iñigo (trompeta), Ramón Gacias (batería), Luis Miguel Romero (percusiones). Invitado: Jaime Urrutia (voz, guitarra). 2.200 pesetas. Sala La Riviera, Madrid. 27 de noviembre.

Vestido con un traje rojo de tres piezas que hubiera sido la envidia de cualquier rumbero de Vallecas, con camisa negra abierta, Bunbury dominó majestuosamente el escenario. Unas grandes letras recordaban el nombre de la gira, Pequeño cabaret ambulante, aunque no hay más elementos teatrales que los implícitos en cualquier concierto (pero sí unas densas y hermosas luces, concebidas por Cebolla).

Deliciosamente respaldado por una polivalente pequeña gran orquesta, Bunbury realizó emotivas lecturas del heterogéneo repertorio de Pequeño, a la vez que reconstruyó Salomé y alguna otra pieza de Radical sonora. Invitó hacia el final a Jaime Urrutia -un gesto significativo, aunque resulta que el cantante de Gabinete Caligari ya había pisado el mismo escenario 10 días antes, entre piropos similares, por cortesía de Andrés Calamaro- para hacer un monumental Más dura será la caída y una versión de Apuesta por el rock and roll, del conjunto Más Birras.

En los bises cayeron más sorpresas. Tras la bellísima El viento a favor, la recuperación de Tesoro (un tema de Héroes de 1993); la escenificación del trágico El jinete, de José Alfredo Jiménez; la catarsis de ese tango meláncolico llamado Confesión. Llevaba Bunbury una hora y tres cuartos cuando mandó parar. Dicen que le abrumaba el fragor del público, su entusiasmo de orfeón. Pero eso son condicionantes inevitables con los que tendrá que lidiar mientras se mueva por los recintos habituales del rock. Otro asunto es que ajuste presupuestos y se decida a pisar ámbitos más exquisitos, teatros y salas de fiestas donde el personal pueda sentarse. Un sueño deseable.

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