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Tribuna
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Víctima

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLA

En el entorno del asesino confeso de cinco mujeres en Castellón se considera a Joaquín Ferrándiz una persona normal y corriente. Incluso mantenía una conducta educada y en cierta ocasión había tratado de proteger a una chica porque unos tipos la estaban molestando. Después de que se haya cometido cualquier escabechina la televisión siempre muestra a una vecina en delantal, con el forense y el juez en profundidad de campo, que asegura que el autor de la matanza es una persona afable y nunca ha dado un motivo para que se piense lo contrario. La mayoría de asesinos son siempre gente normal y corriente que simplemente abre un paréntesis en su condición sin que luego sepa razonar este trastorno. A Ferrándiz se le apoderó una sensación de pánico, seguida por una sensación de odio, y este proceso culminaba necesariamente con una mujer muerta. Algunos especialistas mantienen que existe una predisposición genética al desenlace agresivo y violento, sin que el asunto llegue a constituir un precepto determinista ni, por supuesto, un atenuante genérico. La arquitectura cromosómica humana, que los investigadores acaban de averiguar que está más emparentada con el pollo que con el ratón, está plagada de genes cuya misión sólo consiste en esperar el momento adecuado para desarrollar comportamientos agresivos y provocar un cortocircuito en el cerebro durante la acción. La mayoría de los mortales termina su vida sin que este mecanismo nefasto llegue a activarse y logran mantener intacta su reputación de personas respetables hasta la posteridad. Pero no todos corren esta suerte y el día en que disminuyen los niveles de una sustancia cerebral llamada serotonina se llevan por delante a unos cuantos cadáveres, ante la sorpresa e incredulidad de quienes les rodean. En el fondo se trata de otra clase de víctimas. Al fin y al cabo el hombre sólo es una excrecencia química en cuyo interior pugnan carnosidades, quistes, bultos, verrugas, tumores y genes que tratan de imponer su criterio, que sin duda está por encima de la moral, el mandamiento y el código civil.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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